La tarde fue para el temple de Cortés, mientras el toricantano Pepe Moral se llevó dos toros infumables de Ortega. Se salvaron el segundo y, sobre todo, el tercero, al que Cortés le cortó una oreja con fuerza.

Seis toros de Gerardo Ortega, desiguales de presentación y juego. En general, sin fuerzas y escasos de casta, salvo el segundo y el tercero, que fue el mejor del encierro.

Uceda Leal: estocada desprendida (vuelta al ruedo) y estocada caída (silencio).
Salvador Cortés: estocada trasera (una oreja) y estocada perpendicular (silencio).
Pepe Moral, que tomó la alternativa: pinchazo y estocada (saludos) y media estocada y dos descabellos (vuelta al ruedo).

Pla de la Real Maestranza, corrida del Corpus, en homenaje a la Asociación de la Prensa. Más de media plaza, Calor sofocante. Saludó en banderillas Luis Mariscal. Pepe Moral tomó la alternativa con el toro Desertor, nº 18, de 492 kilos. Cortés pasó a la enfermería para ser asistido al resentirse de la cornada sufrida en Madrid.

Carlos Crivell.- Sevilla

De los seis de Gerardo Ortega, embistieron con raza dos de ellos, segundo y tercero. La corrida fue noble, demasiado noble, rayando en la dulzura extrema que es la total falta de casta. Esos dos toros salvan parcialmente a la divisa, pero el resto de la suelta fue calamitosa, y queda por ello condenada a recuperar el fuelle de sus reses en el futuro, aunque así gustan ahora a las figuras, nobles y sin vida.

El más perjudicado por este tipo de reses fue el palaciego Pepe Moral, nuevo matador de toros, que se encontró con uno inválido y otro parado y moribundo. Es imposible tener peor suerte. Uceda se llevó un buen toro y dejó la huella de su toreo tan señorial como frío. El toro de la tarde lo aprovechó Salvador Cortés para cortar una oreja con fuerza en una faena hermosa con pasajes de gran calidad.

Salvador Cortés llegó a Sevilla con los puntos de la herida de Madrid muy frescos. Podía haberse quedado en su casa. Su presencia es un gesto que le honra, aunque quien debe agradecérselo es la empresa, a quien le ha ahorrado un buen dinero.

Esa merma se fue haciendo presente durante la corrida. El tercero fue un toro bueno, bravo en el caballo, pronto y noble en la muleta. Cortés, que toreó bien con el capote, le dio al de Ortega mucho aire al citarlo de lejos para engancharlo en tandas muy templadas. Lo mejor surgió en el toreo al natural, muy ligado, porque Salvador se quedó clavado para engarzar de forma precisa los pases. Una faena muy buena para lucir al toro, que colaboró mucho con el torero. Se tiró matar y lo hizo con prontitud. Fue una oreja de verdad.

El otro toro bueno fue el segundo. Uceda Leal, también muy torero a la verónica, hizo una faena de enorme corrección, con tandas sobre la diestra, quizás excesivas, para torear poco con la zurda. El toro respondió y Uceda estuvo tan elegante y académico como falto de transmisión. El contundente espadazo con el que suele rematar sus faenas le permitió dar una vuelta, pero ese toro era para cortarle la oreja.

La corrida no tuvo más argumentos. Pepe Moral es matador de toros casi de milagro. Ninguno de los dos astados que lidió se puede considerar toro de verdad. El del doctorado era muy chico, no tenía casta ni fuerzas y destrozó la ceremonia del diestro de Los Palacios. También el presidente, en otra tarde de incompetencia absoluta, le hizo un flaco favor al muchacho al dejar en la plaza a un toro inservible. Tampoco Moral y su cuadrilla anduvieron espabilados para demostrar la miseria del animal. En definitiva, que no le pudo dar ni un pase. Debería estar nervioso, porque intentó dar la vuelta al ruedo y comprobó que aún en Sevilla quedan algunos entendidos.

El sexto, casi más de lo mismo. Sólo aguantó una tanda con la derecha de excelente estilo. Antes, con el capote, Moral dejó la huella de un toreo de corte bueno con el compás muy abierto y el gesto muy expresivo. El toro se paró y robó algunos pases de mérito. Ahora sí pudo dar una vuelta generosa, que premiaba su entrega y disposición y era el mejor alivio para su mala suerte en tarde tan señalada.

Los toros cuarto y quinto carecieron de raza y vida y no permitieron que Uceda y Cortés pudieran enjaretar pases dignos de componer una faena. En el quinto, cuando mató al astado, Cortés se resintió de la herida aún fresca. Pasó a la enfermería y su cartel queda muy alto en Sevilla. Dos corridas de toros, dos orejas. Se ha ganado un tratamiento de mayor categoría en el futuro.