En una novillada encastada de El Torreón, el debutante Ignacio González cortó una oreja en una tarde llena de firmeza y valor, dejando la impresión de que tiene un buen futuro si aprende a matar. Barberán se dejó ir el mejor novillo y Casares mostró oficio.

Seis novillos de El Torreón, bien presentados, encastados y de juego variado. El mejor fue el primero, de embestida noble. Encastados, segundo y quinto. Más reservones, tercero y sexto. El cuarto, de mal estilo.

Salvador Barberán: media estocada trasera (silencio) y estocada en el brazuelo, pinchazo y media (silencio tras aviso).
Ignacio González: cinco pinchazos y dos descabellos (saludos tras aviso) y pinchazo y estocada (una oreja).
Luis Miguel Casares: dos pinchazos y estocada (silencio) y pinchazo y estocada (palmas).

Plaza de la Maestranza, 14 de junio. Media plaza. Saludaron en banderillas José Muñoz y Reyes Mendoza. Buen quite providencial de Tomás Loreto.

Carlos Crivell.- Sevilla

El novillero cordobés Ignacio González saludó tras pasaportar al segundo, un novillo encastado al que le hizo una faena vibrante, con valor seco y firme, pero al que no fue capaz de matar con arreglo a los cánones. Cuando saludaba hizo un gesto al tendido de que el siguiente sería el del triunfo.

Y el novillero de apellido González cumplió su promesa en otra faena de mayor mérito, porque ahora el de El Torreón, también encastado y con movilidad manifiesta, tenía más problemas, como el de rematar por alto sus embestidas. Pero este novel no se arredró lo más mínimo, asentó las zapatillas y en la primera tanda ya había vencido al animal, que en adelante metió la cara con mayor suavidad. Todo fue la consecuencia de su valor, porque si le duda entonces el novillo se hubiera impuesto. Ignacio González volvió a torear vibrante, con el detalle encomiable de bajar mucho la mano y siempre con quietud máxima. En las distancias cortas se siente a gusto este cordobés, porque allí fue donde acabó de fraguar su faena, que más que exquisita fue arrebatadora, expuesta y propia de un novillero con todo lo que ello conlleva.

En el novillo segundo, espectacular por su movilidad, aunque con tendencia a irse de las suertes, Ignacio González había ya demostrado estas armas de la firmeza y el valor en una faena con tandas buenas por la ligazón sobre la diestra y sobre la izquierda. El novillo fue vistoso, pero el joven torero cordobés lo aprovechó. A la hora de matar demostró que es una asignatura que aún no tiene aprendida. Falló siempre porque no parece que conozca la técnica. Le dijo al público que le esperara y cuajó a ese quinto, menos vistoso que el segundo, en otra faena de mano baja y firmeza total. Se tiró a matar y pinchó, de forma que en la segunda entrada se tiró a morir. Salió volteado del encuentro pero enterró la espada. Se llevó una oreja de gran valor y lo normal es que vuelva pronto por Sevilla. Durante toda la tarde fue un novillero con ganas de triunfo y así lo demostró al entrar en quites y no perder la ocasión para intervenir en la lidia.

La novillada de El Torreón, excelente el año pasado, no llegó al mismo nivel, aunque la casta fue la nota dominante dentro de una variedad de comportamientos. El primero fue muy bueno; el segundo, encastado; el tercero, desigual; más complicados el cuarto y el sexto y con movilidad el quinto. El aficionado se apunta a estos encierros. Se pidió la vuelta para el segundo, pero acertó la presidencia porque aunque fue encastado, desarrolló alguna mansedumbre en los primeros tercios.

El mejor novillo de la tarde lo lidió la cuadrilla de Salvador Barberán, por cierto bastante mal. Ni los banderilleros ni el torero acertaron con las distancias y el animal se marchó al desolladero con las orejas. Y lo cierto es que Barberán dejó algunos muletazos de buen corte, pero que no tuvieron continuidad. Algunas veces se amontonó mucho por no perder un paso y otras le faltó más alegría a la hora de expresar su toreo. Ese novillo le pesará mucho al novillero algecireño.

El cuarto fue otra cosa. Era más complicado porque era muy bruto en sus embestidas. Barberán anduvo gris y con demasiadas dudas, algo que se manifestó de forma muy evidente en la suerte suprema.

Luis Miguel Casares demostró que tiene el oficio bien aprendido e intentó hacer las cosas bien durante toda la tarde, aunque tampoco acertó a transmitirlo al tendido. El tercero le dejó instrumentar algunos muletazos de excelente corte, cargando la suerte de verdad, pero todo resulto algo deshilvanado. El animal acabó reservón y rajado. El sexto fue otro novillo que remató siempre por arriba sus arrancadas. Casares estuvo ahora muy voluntarioso, llegó a rematar algunos pases de trazo más que aceptable, pero al conjunto le faltó calor, el que en se momento sí que padecía el tendido maestrante.

Foto: Álvaro Pastor

A %d blogueros les gusta esto: