Espartaco_Sevilla2015_1Carlos Crivell.- Espartaco se fue en volandas por la Puerta del Príncipe a hombros de aficionados y toreros. Gran tarde la suya por su temple y ganas en el día del adiós definitivo con terno de luces. Con una mala corrida de Juan Pedro, Manzanares anduvo a medias con el buen quinto y Borja tomó la alternativa con una labor lucida y templada en el sexto, lo que le valió cortar una oreja,

Plaza de toros de la Maestranza. Domingo, 5 de abril de 2015. Lleno de «no hay billetes». Toros de Juan Pedro Domecq, incluido el sobrero (4º bis), de diferentes hechuras y escasas caras en general; destacó el más hermoso y estupendo 5º hasta que se rajó; apuntó tranco también el noble 3º; bondadoso un 2º de mayor recorrido al natural pero sin final; manso y desentendido el 1º; el 6º obediente pero sin ritmo y mirón; toda la corrida apretó hacia los adentros.

Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’, de tabaco y oro. Pinchazo y estocada (oreja). En el cuarto, estocada atravesada y dos descabellos (oreja). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.

José María Manzanares, de negro y azabache. Pinchazo y bajonazo (silencio). En el quinto, estocada desprendida y dos descabellos. Aviso (saludos).

Borja Jiménez, de blanco y oro. Dos pinchazos y media estocada honda y desprendida (ovación). En el sexto, media estocada y descabello (oreja).

La tarde fue una catarata continuada de emociones desde que los espadas salieron al ruedo. Además de la última tarde de Espartaco, era el día de la vuelta de Manzanares a Sevilla. Y tomaba la alternativa un joven con grandes condiciones para ser torero: Borja Jiménez.

Losa detalles se sucedieron para gloria del toreo. La ovación para el saludo del maestro, luego compartida por la terna; el brindis a Curro Romero, el que hizo en el de la despedida a sus hijos, a su padre, al cielo y al público; las vueltas al ruedo cálidas y sentidas; el corte de la coleta por parte de su padre y su hijo, para rematar con una salida a hombros por la Puerta del Príncipe aupado por los toreros y por los aficionados, todo logró acelerar las pulsaciones de la afición

Sevilla estuvo a la altura de los grandes acontecimientos.  Es un seguro para estas tardes de tanta emoción. Todo lo que rodeó a Espartaco podía ser esperado, pero me quedo con dos ovaciones distintas,  la que dedicó a Curro Romero en el brindis y la que saludó la aparición de José María Manzanares antes de comenzar la lidia de su primer toro. El de Alicante lloró ante una demostración tan franca de afecto y cariño. Fue la Sevilla señorial y sensible que siempre está en su sitio.

Espartaco estuvo muy bien. Al primero de su lote lo toreó con temple y distancia. Había dicho el torero antes de la corrida: “Me voy a arrimar”. Y se arrimó, vaya cómo se colocó en el sitio de la verdad, cómo echó la muleta adelante con la derecha y la izquierda, cómo ligó sin moverse las tandas y los remates de pecho. Fue un prodigio de templanza y sabiduría.

Echaron el cuarto a los corrales por su evidente flojera de remos. No le gustó nada a Juan Antonio este detalle. Sabe que su temple es capaz de mantener a reses que andan claudicantes. Salió un toro alto y más ofensivo que sus hermanos. No había motivos para el optimismo. Cogió en banderillas a Muriel. Después de los brindis, Espartaco se la puso delante para comprobar que era muy soso y flojo el tal ‘Cacareo’. El esfuerzo fue ímprobo para sacar muletazos imposibles, su entrega en busca del triunfo fue ejemplar, todo fue un manifiesto de valor y ganas de un torero con 52 años en la tarde de su adiós sobre en el ruedo que hacía catorce años que no había vuelto a pisar. La espada no fue muy certera, la oreja llegó como el homenaje de una plaza a un señor del toreo y a un torero señor. Se fue a hombros por la Puerta del Príncipe por sexta vez con toda una afición entusiasmada por toda una trayectoria marcada por la verdad y la honradez.

Fue Espartaco el protagonista. Sería injusto no precisar que Borja Jiménez demostró capacidad y temple con un sexto que fue noble y soso. Esa oreja, sedimentada en su buen oficio, fue el premio que debe asentarle en su profesión. El de la alternativa no le dio ninguna opción. Fue un Borja atrevido en un quite precioso por chicuelinas en el quinto ante la mirada de un sorprendido Manzanares.

El de Alicante no pudo hacer nada con el flojo tercero, un compendio de falta de raza, como toda la corrida de Juan Pedro. Se desquitó en parte en el quinto, toro alenonado y engatillado, noble pero con la cara siempre a media altura. Manzanares sacó su enorme estética por la derecha y en las pinceladas de los adornos. Sin embargo, faltó la profundidad que debía darle más interés a su trasteo. Del torero del Mediterráneo cabe esperar más para bien de esta Feria que se avecina.

Fue una jornada de intensas emociones. A pesar de las tres horas de duración, la corrida deparó noticias y sorpresas. Solo faltó a la cita una corrida con más ímpetu de Juan Pedro, un modelo del toro que puede acabar con la Fiesta de los toros. La noche cubrió con su manto a un torero en la jornada de su adiós definitivo. Y Sevilla le dijo adiós con el corazón.

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