Carlos Crivell.– La segunda novillada de promoción de julio en la plaza de toros de Sevilla estuvo marcada por el recuerdo a Víctor Barrio. Fue algo más que un minuto de silencio, por tiempo y por intensidad. Los tres novilleros brindaron sus primeros novillos al cielo. De un comienzo emotivo a un final inquietante por la noticias llegadas de Niza.
Lo mejor de esta segunda función fue el juego de la novillada de La Quinta. Es una buena noticia este triunfo. Algunas voces habían señalado al encaste santacolomeño tras el percance fatal del torero segoviano, causado por un buen toro de esta procedencia. Lo de Santa Coloma tiene un sitio preferente en el ganado de lidia, mucho más después de admirar las embestidas de los erales de Martínez Conradi. Solo el tercero planteó serios problemas. También el sexto acabó orientado después de embestir mucho y bien. Los otros cuatro murieron con varias faenas pendientes. No se cansaron de repetir con templanza y recorrido. Fue una buena piedra de toque para valorar a la terna.
El toreo de capote llevó la firma de Juan Márquez. En sus dos novillos jugó los brazos a la verónica con elegancia. Nunca debió rematar un ramillete de verónicas con media con las rodillas en tierra como sucedió en un quite al cuarto. Recibió al cuarto con dos largas en el tercio. El cigarrero Jesús Muñoz maneja la capa de forma más rutinaria. Se fue a portagayola en el quinto y se puso donde hay que ponerse: en la segunda raya y no casi en la mitad del ruedo. Las gaoneras del quinto fueron simplemente voluntariosas. Las realizó en respuesta a un quite de Lagravére por zapopinas muy aparatoso e inadecuado para realizarlo en el novillo de un compañero. El Galo, francés nacido en México, mostró un toreo tan variado como vertiginoso con el capote. Mezcló lances a la verónica con chicuelinas, faroles, largas de rodillas, en fin, un batiburrillo muy moderno de mínima calidad torera. Por cierto, Lagravére puso banderillas en el sexto con muy poca fortuna, ya por la mala colocación de los palos, ya por el exótico repertorio elegido.
El toreo bueno con la muleta lo realizó Juan Márquez en el cuarto. El novillo embistió mucho, al principio con algo de sosería, al final con clase. El hijo de Juan García se centró en el toreo al natural, con temple, buena figura y mando. Aunque su labor tuvo altibajos, en el conjunto prevaleció el toreo bueno. Como los ayudados a media altura con los que remató la faena, un detalle de buen gusto en tiempos de manoletinas. Cortó una oreja tras rematar bien con la espada.
También había sido bueno en la muleta el primero, aunque algo pegajoso, detalle que el chaval no acabó de controlar. No se produjo el acoplamiento total, aunque ya se vislumbró su buen estilo.
El segundo de la noche fue sensacional. Jesús Muñoz le dio una enorme cantidad de muletazos. Casi toda la faena la centró en la derecha con tandas cortas de calidad desigual. Con la izquierda está menos puesto o se tomó algunas precauciones. La realidad es que se vio mucho al novillo de La Quinta. Al matar de media se pidió la oreja. La plaza sevillana se está pareciendo a otras en las que no importa el toreo, sino que solo se valora que el toro muera pronto. Así sucede con un público nuevo que aún no está formado en los preceptos taurinos.
Con el buen quinto, Muñoz se mostró más centrado, de nuevo con infinidad de derechazos y una sola tanda con la izquierda. Hubo mejores muletazos y sobresalió el temple, una virtud que parece que atesora este aspirante como virtud más destacada. De nuevo mató a la primera y paseó una oreja.
De El Galo se esperaba mucho. Ya ha toreado con picadores, de forma que su inclusión en este ciclo es un misterio. Tiene oficio y recursos, es muy bullidor, y todas las suertes las realiza de forma algo precipitada. Este oficio fue lo más apreciable frente a los dos erales más antipáticos de la noche. Esa preparación tapó los problemas de las reses, lo que es un mérito por su parte. En otras manos, esos erales les habrían dado más de un dolor de cabeza a sus lidiadores. Se esperaba más del francés nacido en México. Comenzó la faena a tercero con una arrucina de rodillas en el tercio, lo que para un novillo que había cantado sus problemas no era lo más indicado. Toreó con oficio por la derecha pero el animal se enteró pronto de todo.
El sexo era un señor eral por su trapío. Tras un saludo a portagayola y un surtido de lances de todo tipo con desarme y carrera final, puso las banderillas comentadas y planteó una faena con muletazos rapidillos hasta que fue cogido y recibió un golpe tremendo en un costado. Se le vio afectado aunque se repuso para seguir mostrando variedad con escasa profundidad.
En definitiva, cuatro novillos buenos de La Quinta, el toreo de capa de Márquez, la voluntad difusa de Muñoz y la decepción de El Galo. Todo ello en una noche que al final se vio enturbiada porque los móviles salpicaban noticias tremendas desde Niza. En un tendido maestrante, el crítico juzgaba a principiantes cuando la realidad volvía a demostrar que algo no hemos hecho bien cuando el fanatismo loco que nos lleva a un precipicio que no tiene final. A esas horas, con una novillada muy larga por culpa de las vueltas al ruedo de la terna saludando a todos los amigos, el pensamiento estaba en el dolor de Niza, que está lejos, pero que en realidad está muy cerca.
Plaza de toros de Sevilla. 14 de julio de 2016. Segunda novillada de promoción. Algo más de media plaza. Minuto de silencio en memoria de Víctor Barrio.
Juan Márquez, de celeste y oro, tres pinchazos y estocada caída (silencio tras aviso). En el cuarto, estocada corta (una oreja).
Jesús Muñoz, de tabaco y oro, media estocada (vuelta tras aviso). En el quinto, estocada tendida (una oreja).
Andre Lagravére ‘El Galo’, de salmón y azabache, media estocada (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (vuelta tras aviso).