Carlos Crivell.– Produce pena escribirlo, pero la tercera de San Miguel respondió a lo esperado. La corrida de Juan Pedro cercenó la posibilidad de presenciar un festejo de triunfo. Se cortaron dos orejas, en verdad, pero eso forma parte de las reacciones de esa Torre de Babel en la que se ha convertido el tendido maestrante, donde toman asiento miles de ciudadanos que buscan a toda costa la posibilidad de ver cortar trofeos. El aficionado de toda la vida de la ciudad se muestra perplejo ante muchas de las cosas que pasan, lo mismo que cuando suceden otras que se quedan en el limbo.

Al presidente de la corrida no le pareció oportuno devolver al inválido toraco que abrió plaza. Y se quedó en el ruedo para desgracia de Morante y de la afición. El toro no valía nada. Le duró dos minutos al torero de La Puebla.

La corrida se enderezó con el segundo, simplemente noble, al que Ginés Marín toreó con gusto, temple y cadencia. Sin grandes alardes compuso una faena con su cenit en dos tandas ligadas, una de ellas rematada con un cambio de manos sensacional. Esta cumbre se adobó con detalles de mucha torería. Lo mató mal, lo que puede poner en dudas la justicia de la oreja. De todas formas, fue una faena compacta muy celebrada por la plaza.

Ese segundo fue el mejor de la suelta. El tercero también fue noble, pero ya fue de una nobleza bobalicona, sosa, sin nada más como atributo de un toro bravo. La faena de Pablo Aguado tuvo la virtud de la medida, la limpieza y el empaque, sobre todo cuando, tras un desarme con la izquierda, se la puso firme y decidido por la derecha, pitón por el que cuajó tres muletazos enormes con un pase de pecho monumental. Los naturales de frente, primorosos y elegantes,  fueron el colofón justo de una labor que se emborronó algo con un espadazo trasero y caído. Ahora, algunos aficionados cuestionaron la oreja, pero Aguado es de Sevilla, se le quiere mucho y necesitaba este premio, al menos es lo que comentaban algunos del tendido.

La segunda parte de la corrida fue un sufrimiento continuado, de los que uno no se recupera en una temporada. El cuarto, con el que Morante lo intentó, tiró gañafones a diestro y siniestro. Lo más feo fue que hizo municipal al toro con medio estoque fuera por el costillar.

El quinto llevó siempre la cara por las nubes. Marín se llegó a poner pesado en una faena sin nada destacado. El sexto fue otra prenda que le complicó mucho la vida a un Pablo Aguado que se la jugó sin trampa ni cartón en una faena de entrega absoluta, a sabiendas de que el lucimiento era imposible. Muy bien Aguado con este sexto, un toro que no daba nada, pero te podía quitar mucho.

Plaza de toros de Sevilla, 25 de septiembre de 2022. Tercera de San Miguel. Casi lleno. Seis toros de Juan Pedro Domecq, correctos de presencia y de pobre juego. Primero, inválido y descastado; segundo, noble con buen pitón derecho; tercero, noble y soso; cuarto, sin clase y siempre a la defensiva; quinto, sin clase ni casta; sexto, descastado y con arreones sin clase.

Morante de la Puebla, de grana y oro. Estocada corta y descabello (silencio). En el cuarto, estocada que asoma y descabello (silencio).

Ginés Marín, de azul marino y oro. Media estocada trasera (una oreja). En el quinto, dos pinchazos y media estocada (silencio9.

Pablo Aguado, de rioja y oro. Estocada trasera y caída (una oreja). En el sexto, media estocada muy tendida (silencio).

Destacó el picador Juan Carlos Sánchez en el tercero.   

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