Carlos Crivell.– La terna estuvo muy por encima de un encierro de poca casta de Rocío de la Cámara. Quedó constancia del valor de David de Miranda, de las ganas de un todavía verde Curro Durán, pero la sorpresa fue el toreo asentado y puro de Alejandro Fermín con el tercero, una faena de caló entre los pocos aficionados que acudieron la Maestranza.
Plaza de toros de la Maestranza. Domingo, 21 de junio de 2015. Media entrada. Cuatro novillos de Rocío de la Cámara y dos (5º y 6º) de Cortijo de la Sierra, bien presentados, muy descastados con un fondo de nobleza. El mejor fue el 5º.
David de Miranda, de grana y oro. Estocada caída (saludos). En el cuarto, estocada trasera (una oreja).
Curro Durán, de verde botella y oro. Estocada perpendicular y seis descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, cuatro pinchazos y estocada (vuelta al ruedo por su cuenta).
Alejandro Fermín, de blanco y oro. Estocada tendida (vuelta al ruedo). En el sexto, tres pinchazos y estocada atravesada. Aviso (silencio).
Se cumplieron las previsiones solo en parte. No se esperaba una novillada tan carente de casta como la que envió Rocío de la Cámara con sus dos hierros. Los dos primeros de la tarde fueron bravos en el caballo, pero hasta ahí llegaron sus virtudes. Tampoco se esperaba el concepto que exhibió Alejandro Fermín, una sorpresa muy grata por su estilo torero. Ya se sabía del valor y capacidad de David de Miranda, que quedó nuevamente confirmado. Curro Durán se vino arriba en el quinto. Debe progresar en su profesión, algo que sólo se consigue si se torea con frecuencia.
David de Miranda estuvo valiente y firme con el primero, un novillo reservón y parado. Pisó terrenos comprometidos, no dio ni un paso atrás en una faena meritoria. No cabían las florituras.
Con el cuarto, otro animal amarrado al albero maestrante, el de Trigueros dio un curso de valor y temple. Las tandas sobre ambos pitones surgieron sin posibilidad de ligazón, pero la tremenda voluntad del torero se impuso en una faena con algunos naturales de trazo perfecto. No llegó a tocar la banda. La estocada fue el pasaporte para una oreja meritoria.
Curro Durán, hijo del torero del mismo nombre de Utrera, cumplió con el muy descastado segundo, en el que una tanda de naturales destacó por encima del resto de la faena. Se estrelló con el descabello.
Al salir el quinto sus compañeros habían dejado su huella en la afición. Se fue a portagayola y se entregó en una faena de más entrega que preciosismo. Hubo ganas y garra ante un novillo de mejor condición. Algunos muletazos tuvieron calidad dentro de un contexto algo deslavazado. Ahora el problema fue la espada. Nunca debió dar la vuelta al ruedo después de cuatro pinchazos. Hay cosas que deben respetarse en la Maestranza.
La sorpresa de la novillada la firmó Alejandro Fermín, un torero que por el concepto mostrado está llamado a ser alguien en el toreo. Tiene un valor seco llamativo, asienta las zapatillas con seguridad y echa adelante la franela para citar con pureza. Además, oh milagro, coge la muleta por el centro del palillo. Este concepto caló entre los pocos aficionados presentes que fueron testigos de algunos naturales de una calidad insospechada ante otro animal que embestía sin celo. Tras una voltereta tremenda siguió en los mismos terrenos sin mirarse. Ojo a este chaval.
El sexto fue un compendio de mal estilo. Con dos puntas astifinas -los lotes no estuvieron muy compensados- el del Cortijo de la Sierra no tuvo ni casta ni clase. Ahora el de Cáceres volvió a estar firme sin lucimiento. Quedan muchas ganas de verlo de nuevo. Los tres novilleros pusieron la casta que no tuvieron los novillos.