Mala novillada de Villamarta en Sevilla, pero con más posibilidades de las obtenidas por una terna con un toreo demasiado moderno y poco comprometido. La oreja de Huertas fue un exceso de una plaza generosa y un palco complaciente.

Villamarta / Gómez del Pilar, Damián Castaño y Emilio Huertas

Plaza de toros de Sevilla, 11 de septiembre de 2011. Menos de media plaza. Seis novillos de Villamarta, bien presentados, nobles en general, pero con mayoría de mansos y descastados. Saludaron en banderillas José Otero, David Adalid y Ricardo Cendejas.

Gómez del Pilar, rioja y oro, media atravesada (silencio). En el cuarto, media estocada y descabello (saludos).
Damián Castaño, grana y oro, casi entera baja (vuelta al ruedo tras aviso). En el quinto, dos pinchazos, media y descabello (silencio).
Emilio Huertas, blanco y oro, media que se hunde (una oreja). En el sexto, dos pinchazos y estocada (palmas).

Carlos Crivell.- Sevilla

Foto: Álvaro Pastor Torres

Novillada de septiembre en la Maestranza. Rebajas en la señorial plaza en un festejo de abono plagado de turistas. Sólo así se entiende que aplaudan a un picador que resulta derribado, o que saluden en banderillas tantos subalternos por pares de poca entidad. Los mismos premios son exagerados. Es una novillada que denota que los entendidos andan alejados del tendido.

La novillada de Villamarta lució una buena presentación y dio un juego desigual. Por fortuna, los novillos fueron nobles y dejaron a los espadas andar por allí de forma natural, sin agobios ni bullas. Esa misma nobleza encerraba una notable falta de raza y mucha mansedumbre. Aún así, fue un material que exigía un paso adelante de la terna.

Los tres novilleros está formados en la escuela moderna del toreo periférico y la suerte descargada. No valen ya las lamentaciones. Es un problema que afecta a todo el escalafón con las figuras subidas al carro. No se puede incriminar a unos chavales por torear fuera de cacho si es una enfermedad común.

Gómez del Pilar casi pasó desapercibido por la Maestranza. Sorteó el más manso de la tarde, el primero, que no admitió ni un pase por derecho. Lo había recibido a portagayola y algún lance resultó templado. El cuarto tampoco fue un primor de bravura. Ahora se pudo entrever que Gómez del Pilar sabe torear con buen gusto, pero que también cita casi siempre fuera del viaje del astado. La faena no prosperó porque se juntaron un novillo soso y un chaval que no apretó el acelerador.

El salmantino Damián Castaño pudo enfrentarse a uno de los mejores de la tarde, el segundo. Su labor fue más que interesante. Se dobló con torería al comienzo, para seguir con tandas por ambos pitones en las que dejó la muleta colocada para ligar, aunque tampoco se cruzó nunca y abusó del toreo por las afueras y mucho pico citando. La nobleza del Villamarta le permitió algún lucimiento. Se le notó una marcada obsesión por el toreo de cercanías.

El quinto no le dio muchas opciones. Este astado era manso y no se dejó torear con facilidad. Pasó algunos apuros por ambos pitones. El de Villamarta vio siempre a un torero muy afanoso pero sin comprometerse de verdad.

El manchego Emilio Huertas aprovechó las rebajas para cortar una oreja en el tercero. Su labor fue de menos a más ante un novillo más repetidor. Huertas acabó muy entregado cuando ya el animal estaba totalmente rajado. Antes citó siempre sin cruzarse y s elo pasó alrededor sin ningún ajuste. Dejó media que de forma milagrosa se hundió por completo y el animal se murió de forma fulminante. La oreja, pedida en minoría, fue algo más que generosa.

El sexto tampoco regaló nada por su mansedumbre y un genio muy desarrollado. A la voz de Huertas, el toro fue embistiendo descompuesto y el manchego sorteó tarascadas sin poder enjaretar alguna tanda ligada. El novillo lo aprendió casi todo y la novillada se fundió y se consumó en la belleza de la noche sevillana bajo una luna con un cerco brumoso.

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