La final de las novilladas de promoción resultó frustrada por un lote de erales amoruchados con el hierro de Macandro. Todos fueron mansos, algunos tuvieron intensiones aviesas con un peligro poco corriente. El jurado, en otra petardo lamentable, proclamó triunfador a Ángel jiménez, segundo a David Galván y tercero a Diego Fernández. 

Seis erales de Macandro, bien presentados, mansos, complicados y difíciles. Se comportaron como moruchos y plantearon serios problemas a la terna. Entre todos los mansos, “destacó” el peligroso quinto.

Diego Fernández: silencio y silencio tras aviso.
David Galván: saludos tras tres avisos y vuelta al ruedo.
Ángel Jiménez: una oreja y saludos tras aviso.

Sevilla, 23 de julio de 2009. Final de las novilladas de promoción. Dos tercios de entrada. El jurado designó primero a Ángel Jiménez, segundo a David Galván y tercero a Diego Fernández. En la enfermería fue asistido David Galván por sendos traumatismos leves.

Carlos Crivell.- Sevilla

A los jóvenes aspirantes de la final les echaron una moruchada indigna de saltar al ruedo maestrante. Los erales eran género de carne mala, sin una gota de bravura, bajo cero en casta y con niveles altos en malas ideas. Así no se cuida a la cantera taurina.

Los animalitos eran de Macandro, de quien se espera que ya haya matado a las vacas y sementales capaces de procrear tanta basura ganadera. Fue una novillada que acabó con las ilusiones de los muchachos y de los aficionados.

Lo mejor de la noche lo firmó David Galván, de la Escuela de Jerez, que frente al segundo, manso impresionante, ofreció una demostración de inteligencia y capacidad. Se apoderó de la permanente huida del astado en varios doblones señoriales y pudo enjaretar tandas sobre ambos pitones en los que llevó la embestida con mimo, siempre sin molestarle para que el de Macandro no se fuera a las tablas. Fue una faena en la que primó la inteligencia y que contó con detalles de toreo preciosista. El animal se descompuso totalmente a la hora de matarlo, lo que junto a la impericia del chaval propició que sonaran los tres avisos.

Con el quinto, manso y de peligro alarmante (a veces parecía toreado) Galván sufrió varios revolcones sin poder dar ni un pase en condiciones. Como ahora mató con prontitud, el público le permitió dar una vuelta que era el premio a todo su afán de triunfo.

Diego Fernández, de Arganda, tropezó con un manso de tomo y lomo en el que abrió plaza. No paró de berrear el de Macandro en toda la lidia. Fernández exhibió oficio y no le llegó el agua al cuello. El cuarto no paró de cabecear con mal estilo en todo instante. Pudo ahora robar algunos muletazos estimables, aunque el lucimiento era casi imposible.

El astigitano Ángel Jiménez fue proclamado triunfador del ciclo. Fue nuevamente un joven voluntarioso y bullidor en busca de las palmas. El tercero era mirón y Jiménez hizo un esfuerzo en una faena discontinua con fases mejores con la derecha en corto, aunque no faltaron los desarmes y cierta movilidad en las zapatillas. La oreja llegó gracias a los dos mil paisanos que poblaban los tendidos. El nuevo presidente Salguero demostró que no tiene entidad para cuidar del palco de la Maestranza.
El sexto fue otra prenda mansa y complicada, además de hechuras cuajadas, con el que Jiménez estuvo otra vez bullidor y voluntarioso en una labor encimista.

Fue una lástima que una novillada tan horrible acabara con las ilusiones de los tres noveles. Y en cuanto al resultado emitido por el jurado, poco hay que comentar. Se limitaron a darle el primer puesto al que cortó una oreja, el segundo al que dio una vuelta y el tercero al que no logró ningún premio. Para eso no hace falta ningún jurado. Lo mejor de la noche lo realizó Galván y no lo apreciaron los miembros del jurado, compuesto por los asesores del palco.
 

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