Alvaro del MoralÁlvaro del Moral.- Del mano a mano de Málaga. La semana pasada hablábamos del anuncio definitivo de la corrida del Domingo de Resurrección malagueño después de esperar infructuosamente la reencarnación de José Tomás. Morante y El Juli cambiarán de plaza y darán una nueva vuelta a la tuerca que aprieta el conflicto con la empresa Pagés. El festejo se anunció sin ganadería conocida pero pronto se supo que los dos lidiadores acudirían a la Malagueta con sus toros escogidos bajo el brazo, que responden al catálogo habitual en este tipo de citas de altos vuelos. No habrá sorteo y a priori eso no es malo ni bueno pero sí resulta feo; tampoco es garantía absoluta de comportamiento o presentación -tampoco de lo contrario- pero sí supone un borrón estético y ganas de dar tres cuartos al pregonero; de recortar algunos grados de la tensión previa y el sentido de la competitividad que deben rodear este tipo de acontecimientos. Por cierto, el madrileño y el sevillano tienen que recoger hoy mismo –si acuden, claro- los premios de los médicos sevillanos en Río Grande. Por la tarde será sólo El Juli el que tendría que cruzar el ruedo maestrante -la última vez lo abandonó gravísimamente herido- para recibir el diploma que le acredita como triunfador de la última Feria de Abril. Los dos maestros han jurado no volver a pisarlo vestidos de luces bajo la contratación de los Pagés. En esa tesitura, el morbillo de ambas citas está servido. Largo me lo fiáis…

Tomás: tampoco estará en Bilbao. Otro de los temas que  abordamos en el último Observatorio fue el escapismo de José Tomás, que parece decidido a jugar al despiste en esa política de (in)comunicación que le deparó tantos y tan buenos resultados no hace tanto. Pero el aire parece empeñado en dar la vuelta. Ya advertimos hace siete días que la paciencia de los más fieles se estaba agotando. Parece que no nos equivocamos. Sin solución de continuidad se supo que el Divino había dado calabazas a Javier Aresti, presidente de la junta administrativa de la plaza de Vista Alegre de Bilbao. El compromiso verbal adquirido con el coso bilbaíno se había aplazado el pasado año por culpa de la lesión semanasantera que le impidió torear en España. Se trataba de actuar en la corrida del  aniversario de la ciudad, un festejo alejado de los rigores de la rocosa Aste Nagusia que parecía diseñado para mayor gloria y exaltación del madrileño. Finalmente no será así. Pero toca recapitular: la zarrapastrosa aparición en los premios de Valencia fue la guinda de una nefasta y nueva política de relaciones públicas que comenzó a torcerse a raíz del reforzamiento de Andrés Román -hermano del torero- en el equipo de apoderamiento. La publicación de los honorarios que se barajaron para su frustrada vuelta a Aguascalientes -y el enfado posterior de las huestes del galapagarino- fue el comienzo del fin de la incondicionalidad que gozaba el matador, que parece emperrado en jugar a un escondite que ya no divierte a sus deudos. Mientras tanto, seguimos sin saber si toreará en España. Al personal cada vez le importa menos, por cierto.

Intermedio de las grandes ferias. La feria de Castellón, un ciclo de nueva empresa, formato y orientación, ha marcado el inicio de una larga tregua que tampoco se resolverá por completo en la feria de Sevilla, retrasada al máximo a un calendario que marcará el final del ciclo en mitad demayo. No hay que abundar demasiado sobre el tema pero sí hay que recordar que la ausencia de las grandes figuras también aplazará hasta la larga isidrada -que parece que ha caido de pie- el duelo definitivo que repartirá los talentos de la gran temporada. A pesar de todo ya se pueden marcar estrategias y calibrar las distintas posiciones de las primeras banderas de esta peculiar contienda que vuelve a replegarse a sus cuarteles en espera de la toma de Madrid, ese castillo famoso. Olivenza, pero sobre todo Valencia han enseñado la primacía absoluta de un Juli que vence y de un Morante que convence, especialmente en las bambas del que podría ser el mejor capote de la historia. Sobre ellos gravita la máxima tensión de una campaña en la que Manzanares -con puertas grandes lucradas en Valencia y Castellón- sigue puntuando sin fallar en el marcador aunque navegue aún por debajo de sí mismo y de su mejor concepto. ¿Hay vida más allá de ellos? Seguro que sí aunque Perera -sin suerte en Valencia y rotundo en Olivenza- tendrá que esperar aún para confimar su auténtico estado de sitio en este año de guerras no tan frías. De la misma forma, dicen que el ecléctico e imprevisible Talavante toca este año con partituras nuevas gracias a la reconversión artística que ha obrado Curro Vázquez, su nuevo mentor. Los vericuetos de la política taurina -y el verdadero tirón del extremeño- no le han dejado asomarse aún al primer circuito por lo que la reválida de Madrid se antoja el refrendo definitivo de su rango de primer actor. Mientras tanto, tenemos que seguir lamentando la salida del tablero de Enrique Ponce, única figura indiscutible con paseíllo pendiente en Sevilla que ha sufrido los rigores del toro cuando más se le necesitaba.  Detrás hay una larga nómina de toreros que está obligada a batirse el cobre.

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