El local Luis Vilches salvó una tarde de escasos contenidos en la plaza de Utrera, donde ni los toros de La Dehesilla ni los diestros Finito y El Cordobés pusieron notas de buen toreo. Vilches hizo lo mejor y salió a hombros con El Cordobés, amparado en su tremenda simpatía

Plaza de toros de Utrera. Seis toros de La Dehesilla, desiguales de presencia, descastados y flojos. Mejores, primero y sexto. Más de media plaza. Luis Vilches salió a hombros con El Cordobés.

Finito de Córdoba, de negro y oro, pinchazo y estocada trasera (saludos). En el cuarto, dos pinchazos, media atravesada y tres descabellos (silencio tras aviso).
El Cordobés, de blanco y oro, estocada trasera y baja (una oreja). En el quinto, estocada trasera y descabello (una oreja).
Luis Vilches, de fucsia y oro, estocada (dos orejas). En el sexto, estocada (dos orejas)

Carlos Crivell.- Utrera

Escasa brillantez tuvo el festejo celebrado en Utrera, donde los toros de La Dehesilla exhibieron poca casta, mientras que la terna hizo lo que pudo. De entre los diestros, sólo Luis Vilches logró realizar un toreo con arreglo a las normas clásicas.

Luis Vilches tropezó primero con un manso al que toreó bien con el capote. La faena tuvo pasajes muy entonados, aunque la querencia a las tablas del toro le perjudicó notablemente. La estocada fue enorme y le permitió cortar dos orejas.

Con el sexto, animal parado pero noble, volvió Vilches a torear con el capote con mucho sentimiento. La faena fue de menos a más, logrando al final tandas con ambas manos ligadas y bien rematadas con el de pecho. Con el animal rajado, Luis Vilches se adornó y mató de nuevo de forma superior.

El resto de la corrida tiene escasos argumentos. Fue una lástima comprobar cómo deambula por la plaza Finito de Córdoba, carente de sitio y sin el valor mínimo necesario para ponerse en el sitio donde el toro podía embestir. Al primero le sacó algunos pases sueltos, pero el toro era para estar mucho mejor. Con el cuarto ofreció una penosa imagen con la muleta y la espada.

El Cordobés no tuvo enemigos boyantes, de forma que se dedicó a muletear con voluntad y muchas ganas de agradar a sus incondicionales. Lo mejor fue el comienzo de la faena al quinto, templado y con mucho oficio. Su público disfrutó con su estilo peculiar, con entrega, pero carente de torería. Eso sí, en simpatía no hay quien le gane. 

Fotos: Álvaro Pastor Torres

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