La faena de Perera al tercero fue lo mejor de un festejo con mínimos argumentos en Algeciras.. Malos toros de La Palmosilla y mala tarde de Ponce. El Fandi, como suele y Perera muy entregado.

La Palmosilla / Enrique Ponce, El Fandi y Perera

Plaza de Algeciras, 4ª de Feria. Media plaza. Seis toros de La Palmosilla, correctos de presencia, flojos, justos de raza y nobles en general. El sexto, inválido. El quinto se lesionó en la lidia. Perera salió a hombros. Viento molesto en algunas fases de la corrida.
Enrique Ponce, de turquesa y oro, media estocada (saludos). En el cuarto, estocada caída (saludos).
El Fandi, de berenjena y oro, estocada atravesada (una oreja). En el quinto, estocada trasera (saludos).
Miguel Ángel Perera, de verde y oro, estocada trasera (dos orejas). En el sexto, pinchazo hondo y descabello (palmas)

Carlos Crivell.- Algeciras

Hay pocos públicos tan amables como el de Algeciras. Es una amabilidad que raya en el mayor de los desconocimientos taurinos. Esto es común a la mayoría de los cosos españoles. Debe ser una delicia llegar a la plaza de Las Palomas y sentir que el respetable admite con igual entusiasmo lo bueno y lo malo. La corrida de La Palmosilla fue cómoda, noble, baja de raza, pero muy manejable. Con estos toros, la terna hizo lo que sabe y puede, según el momento de cada uno, pero en el fondo apenas hubo momentos de verdadero interés. Entre toros sin fuerzas, otros lesionados y la imagen decadente de Ponce, fue un festejo triste.

El que puso mayor empeño en lograr el triunfo fue el extremeño Perera. La faena al tercero fue un prototipo de las que suele hacer, aunque al final logró entusiasmar a la plaza con un toreo de cercanías muy emotivo. Ese tercero había sido protestado por blando, pero permitió a Perera torear con temple por ambos pitones en una labor de creciente intensidad. Al final, los circulares y el torero dejándose acariciar los muslos con las astas lograron el clamor y las dos orejas.

El sexto fue un inválido. Perera lo templó al detalle, aunque no fue suficiente para que el animalito rodara por el albero a la salida de un pase de pecho. Insistió buscando ponerle el broche al triunfo, algo que no logró por la flojera del toro de La Palmosilla

La imagen de Enrique Ponce en Algeciras fue una vez más preocupante. Ha sido un torero de época, pero su actitud actual es impropia de un matador de su trayectoria. Además de no arriesgar nada ante ninguno de sus dos toros, flojos y nobles, Ponce volvió a dar un curso de gestos para tratar de convencer al personal de que sus enemigos no valían un duro. La bondad del público, junto al cariño especial que se le profesa en esta plaza, fue suficiente para saludar tras matar a sus dos reses. Ni un muletazo bueno, ni un gesto de torería mayor. El declive sigue.

El Fandi no engaña a nadie. Es un torero que pone de su parte todo lo que tiene para entretener a las plazas. En Algeciras, plaza donde no se exige nada, El Fandi le cortó una oreja al primero de su lote después de una faena movida. El Fandi mueve los pies siempre cuando comienza los muletazos, pero esta circunstancia pasa inadvertida y se le jalea su dinamismo, los rodillazos, los martinetes y semejantes martingalas.

El quinto se lesionó de salida, aunque pareció recuperado en banderillas. En la primera tanda de muletazos, más latigazos que otra cosa, el toro volvió a resentirse de la mano y se frustró la posibilidad de faena.
 

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