Manzanares subió a los cielos del toreo en una tarde para la historia en la plaza de Almería. Gran corrida de Garcigrande con dos reses de vuelta, Mananares, cuatro orejas y un rabo, el Juli,magistral con el cuarto y el joven Fortes muy verde pero subiéndose al carro.

Domingo Hernández / El Juli, Manzanares y Jiménez Fortes

Plaza de Almería, 6ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Cinco toros de Domingo Hernández y uno, tercero, de Garcigrande, bien presentados y de muy buen juego. Excepcional por nobleza el segundo, premiado con la vuelta al ruedo; el tercero, encastado, y el sensacional cuarto, que aunó nobleza y casta, aunque no se picó, también premiado con la vuelta al ruedo. Muy bravo el sexto. Saludaron en banderillas Curro Javier y Curro Vivas. La terna salió a hombros junto al mayoral y el ganadero.
El Juli, pizarra y oro, pinchazo, media y dos descabellos (saludos). En el cuarto, media estocada (dos orejas).
José María Manzanares, tabaco y oro, estocada tendida (dos orejas). En el quinto, estocada (dos orejas y rabo).
Jiménez Fortes, lila y oro, metisaca y estocada delantera (una oreja). En el sexto, estocada (una oreja).

Carlos Crivell.- Almería

El título no puede reflejar lo sucedido en la sexta de la Feria de Almería. Se dedica a Manzanares, porque su tarde alcanzó cotas sublimes, pero se podía dedicar al ganadero, que lidió una corrida histórica por su clase, bondad y casta. Y también El Juli podría estar en titulares, pero ese rabo del alicantino en el quinto resume una tarde inolvidable.

Gran espectáculo de toros y toreros que sube a la cumbre a esta Feria de Almería donde la mayoría de las tardes se están lidiando corridas de calidad y los toreros están ofreciendo lo mejor de su tauromaquia. La de Domingo Hernández fue ideal para los toreros, aunque el aficionado hubiera deseado que se comportaran con más bravura en varas. Es el toreo moderno, en el que el caballo se ha convertido en un trámite. Algunos de los toros salmantinos llegaron sin picar a la muleta y embistieron como máquinas programadas. En contra, el cuarto y el sexto fueron bravísimos.

Entre todos los toros salió Malaspulgas en segundo lugar, que fue dulce y boyante. Fue el toro ideal para que un inspirado Manzanares cincelara una de sus mejores obras de la temporada. El de Alicante realizó el toreo de seda con una muleta que acarició a tan noble amigo. Un amigo con el carretón no hubiera sido más bondadoso. Sobre la derecha fue esculpiendo monumentos, en los remates dibujó pases de pecho que eran casi circulares, en las trincherillas surgió el toreo más profundo y sentido, todo fue una sinfonía completa del toreo de buen gusto, el que Manzanares interpreta en sus mejores tardes. Se lo llevó al centro para matar recibiendo; la espada cayó tendida pero fue suficiente. Fue el primer delirio de la corrida.

En el cuarto, toro de nombre “Gentuza”, llegó la segunda explosión. El toro derribó en la única entrada y saltó por encima de la cabalgadura. Parecía poco picado, pero El Juli estaba febril con la muleta para realizar un faenón propio de un torero con tanto sitio, mando y templanza. “Gentuza” embistió con su alma, El Juli lo sometía por abajo por la derecha y la izquierda, siempre muy largo, sin que le tocaran los engaños. Se pasó al toro por donde quiso, le dio circulares, de la firma, de pecho, de todo y el toro seguía embistiendo a más. Otro delirio clamoroso que ahora se llenó de la emoción de la muerte de un toro encastado en una escena prodigiosa del toreo de siempre.

El quinto fue otro toro que permitió presenciar escenas para el recuerdo. Manzanares paró al toro con el capote de forma primorosa para dormirse en media eterna. Aún nos quedaba por ver un quite por chicuelinas de manos bajas que remató con media de rodillas. La explosión en los tendidos no era ya fácil de describir. El de Alicante, con media sonrisa, se fue al centro para torear aún mejor que antes, cosa que no parecía posible. Con la derecha embarcó, llevó prendido al animal en muletazos circulares y uno de ellos triple circular, el no va más. Siguió con la derecha a cámara lenta, la mano ordoñista al cielo, el sentido a flor de piel, todos locos de ver el toreo grande con un toro encelado en una muleta que se mecía de manera armónica. Otro toro de bandera y Manzanares en plenitud. Y, como es norma, estocada tremenda en la suerte de recibir para pasear un rabo, que no se corta en esta plaza hace más de 30 años.

Pasaron más cosas. El Juli estuvo correcto con el primero, algo gazapón y amigo de escarbar, con el que no mató bien. El toro fue el menos brillante de la corrida que soltó la familia Hernández.

El novel Jiménez Fortes tenía una papeleta. Ni El Juli ni Manzanares tuvieron la más mínima compasión de su escaso bagaje. Saúl respondió bien. Al tercero, buen toro con casta, le hizo una faena de quietud y mando por abajo con fases de toreo por la derecha muy templado. A pesar de su defectuosa forma de matar paseó un trofeo.

Cuando salió el sexto la plaza quería torear por Manzanares, pero estaba Jiménez Fortes, aperreado de salida con el capote. El toro fue bravísimo en el caballo, una pelea de las que ya no se presencian. Brindó el nuevo espada a sus compañeros. El toro le permitió expresar su concepto de quietud y mando en una faena con algunos sustos de inexperto, aunque bueno sería que dejara los circulares para el final y no ahogara a los toros bravos. Lo cierto es que se sumó al carro del triunfo en una corrida para la historia.

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