Jiménez Fortes fue el torero emotivo que puso la nota de frescura en la 5ª de Córdoba, donde el palco dio un mitin al darle dos orejas a El Juli por una faena corriente. Mal Ponce. A lo suyo El Juli con una corrida descastada de Cuvillo.

Plaza de Córdoba, 5ª de Feria. Media plaza. Cinco toros de Núñez del Cuvillo y uno, segundo, de Juan Pedro Domecq, justos de presencia y casta, nobles y con pocas fuerzas. El Juli salió a hombros. 

Enrique Ponce, gris plomo y oro, cinco pinchazos y dos descabellos (palmas tras aviso). En el cuarto, dos pinchazos, estocada trasera y descabello (saludos tras aviso).
El Juli, pizarra y oro, estocada trasera (dos orejas). En el quinto, pinchazo y descabello (saludos).
Jiménez Fortes, berenjena y oro, estocada trasera y baja y dos descabellos (vuelta tras aviso). En el sexto, estocada baja (una oreja).

Carlos Crivell.- Córdoba

Las figuras no llenan. Son malos tiempos, pero las figuras son menos figuras que nunca. Y el ganado que salta a las plazas está al límite de todo: presencia, casta y fuerzas. La nobleza borreguil no puede ser el único atributo que adorna al toro actual. La corrida de Cuvillo le habrá gustado mucho al ganadero y a la terna. Parece que le gustó a parte del público, pero ese ganado carente de emoción es la antesala del final. Lo estamos anunciando hace tiempo. Este toro no sirve para provocar la emoción. Y ahí está como dueño de los cosos. En esta corrida, la emoción la puso el juvenil Jiménez Fortes.

El Juli, que es el más listo, le cortó dos orejas al segundo, toro vulgar de Juan Pedro que embistió a media altura sin vitalidad. Pero El Juli es muy listo, está con ganas de demostrar muchas cosas y tiene una espada segura. Las dos orejas descalifican a una plaza como la de Córdoba y a su presidente, aunque el torero sacó un partido insospechado de un toro corriente. Lo mejor, la fase final en la que exprimió al animal en cercanías con una quietud pasmosa. La estocada cayó en la mitad del toro.
La lidia del quinto fue la prueba de cómo está la Fiesta actual. Pasó por el caballo de forma fugaz. A la tercera tanda de El Juli el toro estaba parado y hundido. No cabe mayor falta de casta. Julián exprimió a la nada.

Enrique Ponce está para pocos compromisos. Sorteó dos toros muy nobles que le dejaron estar tranquilo. Realizó dos faenas muy largas, nunca se pasó el toro por la cintura y siempre lo desplazó de forma violenta hacia las afueras. Fueron dos faenas calcadas, muchos derechazos sin ajuste, poco toreo con la izquierda y de nuevo esa faceta gesticular que, al menos, consigue que parte del tendido le aplauda. El mal momento del torero se puso de manifiesto a la hora de la suerte suprema. Se puede fallar con la espada, pero si en todas las ocasiones se tira afuera está claro que es difícil matar a los toros por arriba. Le dieron sus correspondientes avisos en ambos por la generosidad del palco. La faena al segundo duró doce minutos, y sólo cuando marró en la primera entrada se atrevió el presidente a avisarlo. En esta plaza es muy querido y ello le tapó en una tarde de poco contenido. En otro coso no hubiera sido igual.

Junto a los dos maestros, la juventud y la ilusión de Jiménez Fortes. Estuvo en su papel de torero nuevo que debe ganarse el sitio en los carteles. Intervino en quites con un valor escalofriante, a veces se quedó a merced de los astados por su propia inexperiencia, pero dejó constancia de su valor. De nuevo hay que advertirle, lo deberían hacer sus consejeros, que no debe abusar de los circulares, que son muletazos de adorno al final y nunca el núcleo de una faena. Pero Saúl Jiménez es hijo de nuestro tiempo, ve los que sucede en las plazas cada tarde y, como las figuras dan circulares y se pegan arrimones, dirá el malagueño que él no va a ser menos. Con el tercero estuvo firme y valiente, ya en el toreo fundamental que interpretó con largura y templanza, ya en en los circulares. Fue atropellado en uno de ellos y se libró de milagro de un serio percance. El fallo con el veduguillo le dejó sin trofeo.

Después de un quite valiente por chicuelinas, Fortes se pasó al sexto muy cerca con desparpajo y buen gusto en tandas por la derecha. Se pasó los pitones por los muslos con pasmosa serenidad en una labor desigual, pero presidida por la inocencia de quien está en sus comienzos y ofrece su toreo desnudo. Ahora se dejó los circulares en la recámara y paralizó a la plaza con unas manoletinas de escalofrío. Aseguró en los bajos y sólo le dieron una oreja. Total, el presidente sólo las concede a pares a las figuras.