Carlos Crivell.- Algo ocurre en el mundo del toreo a caballo, porque tanto el número de festejos como la calidad de los mismos ha bajado de forma considerable. Basta con ver los formatos de las ferias para comprobarlo. En la de Sevilla se ha pasado de dos festejos a uno en los últimos años. Y ya no se acaban las localidades para presenciar esa solitaria corrida de rejones. En algunas otras ciudades se ha prescindido de los rejoneadores. Algo ocurre que no tiene fácil explicación.

Esto sucede cuando el toreo a caballo ha alcanzado su máximo esplendor gracias a Hermoso de Mendoza y Diego Ventura. Nunca se había toreado a caballo como han logrado hacerlo estos dos caballeros. A su rebufo, porque no les quedaba más remedio que adaptarse a los nuevos tiempos, se mantienen otros rejoneadores que, siendo muy buenos, no llegan a la calidad de los citados.

Sería cuestión de analizar si esta decadencia de los festejos de rejones ha tenido alguna influencia que Pablo Hermoso de Mendoza y Diego Ventura no hayan coincidido en los carteles durante las últimas temporadas. En esta situación absurda, parece que la culpa es del caballero navarro, que tiene vetado a Ventura en plazas como Pamplona o Bilbao, donde sus apoderados evitan entrar en negociaciones. No tiene ninguna explicación la permanente ausencia de Ventura en las plazas mencionadas. De hecho, nunca ha toreado en Pamplona, lo que es un despropósito. En esta ridícula postura, quien ha perdido ha sido el propio rejoneo. Pablo anda en plan de despedida en algunos bolos en plazas mexicanas y deja su cetro a su hijo Guillermo, un rejoneador cuajado, que ya ha hecho algunos paseíllos con el portugués de La Puebla. O se ponen de acuerdo para torear juntos, Guillermo y Diego, o el toreo a caballo seguirá su imparable cuesta abajo a la que ahora mismo se ve abocado.

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