Carlos Crivell

La presentación del novillero coriano Curro Sierra era esperada por la afición. Había sido el triunfador de las novilladas de promoción del pasado año en la Maestranza, aunque su mejor aval eran los corrillos que anunciaban su buen arte y gracia sevillana.

Todo sucedió, en principio, según lo previsto. Vestido con el terno blanco que le había regalado la entidad maestrante, su toreo artista logró emocionar a la afición. El tercero de tarde, de nombre Lanzador, con el hierro de Rojas, era un astado con posibilidades. Las verónicas, los naturales y la amplia gana de adornos fueron pinceladas del mejor toreo. Tenía las orejas en su esportón y sólo le faltaba matarlo. Pinchó en la primera entrada y repitió los mismos terrenos para atacar de nuevo. El novillo lo prendió por la ingle, apenas lo levantó dos cuartas y lo soltó sin que el chaval cayera al suelo. Un profundo escalofrío recorrió el tendido cuando el inmaculado terno apareció teñido de sangre y un chorro de sangre, como un surtidor, salía de su muslo.

Se lo llevaron a la enfermería entre la impresión de todos. El primero que llegó hasta Curro Sierra fue el banderillero Juan Cubero, que al mismo tiempo es su apoderado con José Antón. Cubero es un hombre curtido en el toreo. Su hermano José Cubero “Yiyo” cató herido de muerte en 1985 en la plaza de Colmenar cuando era una figura del toreo. “Me pasó lo mismo que a todos. Cuando vi que lo cogía, nunca me podía imaginar que lo había herido, pero los toreros salimos siempre que hay algún golpe por puro instinto. Al llegar a pocos metros de Curro, cuando aprecié la sangre saliendo a borbotones me quedé casi paralizado. Yo no soy un ánimo muy fuerte, pero en la fiesta reaccionamos siempre de forma inmediata. Me quité el corbatín y quise ponérselo, pero salía mucha sangre y ya habías llegado cuatro cinco para trasladarlo. No llegué a colocárselo, lo que hicimos tres personas fue comprimir la herida. En mi caso le metí el puño en el boquete, otro le comprimió la ingle. La suerte es que la enfermería estaba cerca”

El doctor Vila lo ha explicado con claridad. “Ha sido la cornada más fuerte que he atendido en mi vida, salvando las dos mortales de Montoliú y Soto Vargas en 1992. Aunque no pude examinar con detalle a Paquirri, me consta que fue muy parecida. Es evidente que ha salvado la vida porque ha sido en Sevilla, pero la intervención de la cuadrilla al realizar maniobras de compresión fueron vitales”.

Juan Cubero llegó con el torero a la enfermería y allí se vieron más momentos tensos y dramáticos. “Era impresionante, porque había que seguir comprimiendo la zona, pero también era necesario quitarle el traje. Tuvimos que recurrir a unas tijeras para cortar la taleguilla, pero no podíamos dejar de empujar la zona. En realidad, no volvió a sangrar, pero fue tremendo ya los médicos tomaron el mando y nos percatamos de que nuestras manos, la cara y la ropa estaban empapadas de sangre. Nunca podré olvidarlo”.

La intervención duró mucho tiempo, la espera fue muy tensa. En la puerta de la enfermería, sentada en un banquillo, con la cara anegada de lágrimas y algunos familiares aliviándola con los abanicos, la madre del torero, Gracia Japón. El luto riguroso era la señal del otro drama que asolaba a esta familia. El día 24 d agosto de 2003, en un accidente de tráfico a veinte kilómetros de Aranda del Duero – el espada que encabezaba la terna era Morenito de Aranda-, fallecía el padre de Curro, Francisco Sierra y un banderillero de la cuadrilla, Juan Pablo Sabroso.

Francisco Sierra era el culpable de la afición de su hijo. José Antón, apoderado del novillero coriano recuerda cómo le conoció. “Fui a un tentadero en el año 2001 con otro torero y toreó Curro. Me quedé impresionado por su estilo. Me informé de quién era y cómo era su familia. Los informes fueron muy buenos y me lancé a apoderarlo. Como Juan Cubero se había quedado sin torear al retirarse Joselito se asoció en esta tarea para ayudar a mejorar sus condiciones. Se apuntó a la Escuela de Sevilla, aunque apenas acudió a sus clases. Cuando toreó en las novilladas de promoción de Sevilla en julio de 2003 sorprendió a todos menos a nosotros”. A partir de ahí, mucha preparación. “Todo lo que sabe se lo había enseñado su padre y lo perfeccionó con Juan Cubero”, comenta Antón.

El torero sigue en la UCI del hospital Virgen Macarena de Sevilla. El lunes fue un día dramático. Entró cuatro veces en el quirófano y tras una arteriografía se le colocó un by-pass entre la arteria ilíaca y la femoral. El doctor Font, cirujano vascular de este hospital, ha permanecido junto al torero más de 48 horas sin salir del recinto. En la tarde de ayer se respiraba una cierta dosis de tranquilidad, “porque aunque ha habido algo de fiebre, cosa que puede considerarse normal, la circulación parece totalmente recuperada”.

Estas buenas noticias deben ser recogidas con cautela, “porque el peligro de las complicaciones, comenta el doctor Vila, no ha desaparecido. Hay que esperar 48 horas des esta última operación. Es evidente que es un caso complicado, pero se vuelve a confirmar que la presencia de un cirujano vascular en las plazas puede salvar vidas”.

José Antón y Juan Cubero, junto con Francisco Jesús Arroyo “Kiki”, no se mueven de la sala de espera del hospital. Respiran más serenos. “Hoy ha comido y está fenomenal de ánimo”. Antón ya sueña con el futuro, “porque tanta desgracia no es posible, tiene madera de figura y la vida le pone estas trabas antes de que lo consiga”. Todos están convencidos de que Curro salvará este trance. La situación clínica de ayer permitía mirar al futuro.

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