Morante_Baratillo2016Luis Carlos Peris.- Esculpidas en mi disco duro figuran imágenes en las que se funden toreo y cofradías con especial preponderancia en esas fotos, mayormente en blanco y negro, de un torero regalándole un vestido de torear a su hermandad. El heliotropo y oro que Antonio Ordóñez le donó a su Soledad o aquel azul carretería que Curro Romero le regaló a la hermandad de Varflora son dos ejemplos de esas vivencias tan nuestras. Y la otra noche se repitió el rito en la capilla más torera de Sevilla. Tan torera que es casi paredaña con la plaza de toros y allí, mediante los eficientes oficios de Joaquín Moeckel, acudió Morante para entregarle el verde y oro que lució cuando su sublime diálogo con Dudosito, aquel colorao de Cuvillo con el que hizo enloquecer a Sevilla. Y viendo las imágenes en estos papeles sólo hay que congratularse de que algo tan nuestro prevalezca.

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