Gastón Ramírez Cuevas.- Un viejo amigo mío, oriundo del Yucatán, solía decir: “Siempre que pasa lo mismo sucede igual.” Don Federico Nietzsche, personaje más famoso que mi amigo pero no más filósofo, llamaba a eso el eterno retorno, afirmando que todos los hechos, sentimientos e ideas se repiten ad eternum sin posibilidad de variación.

Es más, yo mismo no sé si ya he escrito otras veces esta misma crónica. Pero por si las dudas, vamos a lo ocurrido en el coso sevillano.

El asunto de Morante y su mala pata en los sorteos es el más claro ejemplo de que el eterno retorno taurino es innegable e ineluctable. Por lo tanto, ya a nadie sorprende que Morante pase inédito y de puntillas por La Maestranza, con sus ocho o más toros débiles (física y mentalmente) bajo el brazo.

Hoy hasta le puso banderillas al mansísimo cuarto, pero todo resultó inútil y aburrido.
Si me apura usted, querido lector, Morante pegó grandes naturales y derechazos en el que abrió plaza, pero no sólo de detalles a cuentagotas vive el aficionado. Así que a esperarle otro año. A ver si un día a Morante le toca (como en la Plaza México) el torito de la ilusión o decide elegir bóvidos cavicornios de alguna ganadería brava.

Antes de abandonar el tema Morante, es menester señalar que tuvo el triste y poco honroso detalle de no descabellar nunca a un pobre bicho (el que abrió plaza) al que había estoqueado tan mal que tardó mucho en morir. Hay que esforzarse por darle al toro una muerte digna, siempre.

Talavante le cortó una oreja al segundo de la función, más por el papanatismo del público feriante que por otra cosa. En un duelo encarnizado, Talavante y su oponente rivalizaron en cuanto a falta de clase se refiere. Cinco o seis naturales de buena factura y una estocada entregándose fueron argumentos suficientes para que el presidente Fernández-Figueroa (persona complaciente, no como la signora Anabel) sacara el pañuelo blanco.

En el quinto, un Núñez del Cuvillo que sirvió bastante, Talavante anduvo toreando fuera de cacho y muy feo. Creo que no le pudo pegar al cornúpeta ni un muletazo limpio. El temple y la gracia brillaron por su ausencia. Alejandro Talavante es otro fan del eterno retorno, donde los haya.

David Mora sorteó el mejor lote, dos cuadrúpedos que fueron bravos unos minutos y luego, recordando su encaste, se rajaron. En el tercero, David Mora logró excelentes pases por ambos perfiles, aguantando sin arrugarse la pujante embestida del toro. David cargó la suerte y se estiró con elegancia, algo que el público no apreció lo suficiente. El temple acabó imponiéndose y el toro se rindió, huyendo presuroso a tablas. De no haber pinchado, el torero madrileño se hubiera llevado un merecido apéndice.

En el sexto ocurrió prácticamente lo mismo. El coleta aprovechó la alegría inicial del toro. A mí me convence mucho ver a un torero aguantar como los machos en el segundo muletazo y pegarlo templado, eso hizo David Mora y eso se llama –aquí y en China- poderle a un toro. El morlaco se acobardó con rapidez y la estocada cayó a medio lomo: ¡una lástima!

Bueno, quedan únicamente 3 festejos para que acabe la Feria y el milagro no ha llegado; se ve que no consigue taxi…

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