Morante de la Puebla fue cogido al finalizar la faena del quinto, una labor sensacional, que no pudo culminar porque cayó en la cara del toro de Camacho, un sobrero, que le infirió una cornada grave. Manzanares, extraodinario, cortó tres orejas, Aparicio, figura decorativa.

Cinco toros de Núñez del Cuvillo, variados de presencia y juego. Más chico, el primero, el resto, de correcta presentación. Encastados en general; muy bravo, el tercero que dio excelente juego en la muleta. El sexto, complicado. El quinto, sobrero de Camacho, noble. 

Julio Aparicio: estocada honda (pitos) y media estocada (pitos).
Morante de la Puebla: dos pinchazos y media estocada (saludos tras aviso) y cogido (una oreja).
José María Manzanares: gran estocada (dos orejas) y estocada (una oreja).

El Puerto de Santa María, 7 de agosto de 2009. Casi tres cuartos de plaza. Saludaron en banderillas Lili, Curro Javier, Juan José Trujillo y Sánchez Araujo. Buen puyazo de Chocolate. Manzanares se engó a salir a hombros. Morante fue asistido de "Herida en el tercio medio del muslo derecho, en cara anterointerna. Tras anestesia epidural es intervenido quitrújicamente presentando una trayectoria ascendente de 6 centimetros y otra descendente de 12 cm. provocando gran desgarro muscular en la zona abductora, tejido celular subcutaneo y rotura de múltiples colaterales de la vena safena interna. Tras su limpieza, se refresca en los bordes de la herida y se colocan dos drenajes. Pronóstico Grave. Trasladado a la Clínica Los Álamos de Jerez de la Frontera. Fdo: Dr. Julio Mendoza.

Carlos Crivell.- El Puerto

Sabor a tarde grande en la plaza Real de El Puerto, tres toreros de azabache, es decir, artistas y detalles inolvidables sobre el ruedo. La lidia del tercero fue un ejemplo; todo lo ocurrido en el sobrero quinto, bajo el influjo de un privilegiado llamado Morante, pasa a la historia del toreo por su grandeza y por la sangre derramada del artista, prendido al caer al albero y corneado en el muslo.

¿Y cómo estuvo Morante? Muy bien y ahuyentando malos presagios. Dicen que no anda bien, no será en cuestión de arte profundo, sentimiento y maneras de torero de la mejor escuela. Ya había estado bien en el segundo en una faena incompleta pero de pases hondos y sentidos, no muy continuados y todos por la diestra. Alargó la faena y mató mal.

Todo lo sucedido en el quinto se inscribe en una de las páginas más gloriosas que se recuerdan. Fue un sobrero de Camacho, noble, flojo, que permitió que el de La Puebla bordara el toreo en muletazos cumbres, todo un monumento al mejor arte del toreo. ¿Torean así los humanos? Así lo hace Morante, un elegido de los dioses que ha nacido con el don de la gracia, el buen gusto y el donaire. Estaba culminando su labor cuando cayó al suelo al pisar la muleta. El toro hizo por el torero y le metió el pitón en el muslo. Sangre de torero grande en El Puerto y conmoción mientras el cuerpo inerte del espada era llevado a la enfermería. Le dieron una oreja… ¿Qué sabrá de sentimientos y emociones la señora presidenta de esta plaza? Hubo un tiempo en el que parecía buena, pero es un dolor.

Esta cornada no ha llegado porque Morante esté en mal momento. Llegó cuando estaba culminando una faena clamorosa y pisó la muleta para caer al suelo. También es mal momento para caer, pero todo llegó toreando como pocos son capaces de hacerlo.

La lidia del tercero, toro bravo, encastado y repetidor, fue una cumbre maravillosa. Sobre ese buen toro esculpió Manzanares una obra genial. Ese toro, que mereció sobradamente la vuelta al ruedo, uno más de Cuvillo, se encontró con el mejor Manzanares, que parece haber encontrado el sitio que parecía perdido.

Toda la lidia del tercero fue un prodigio que llenó de gozo a los buenos aficionados. Las verónicas de José María rebozaron estética y lentitud. Los recortes para llevarlo al caballo, monumentos del buen gusto. Picó con clase Chocolate a un toro bravo. Curro Javier colocó dos pares sensacionales asomándose al balcón. Trujillo lidió de manera maestra. Y el jefe culminó la lidia con una faena de retazos maravillosos que remató con una estocada en el hoyo de las agujas.

Manzanares recuperó su estilo. Hacía falta porque toreros tan buenos no pueden quedarse a medias. El comienzo por bajo, excelso, señorial, jugando cintura y brazos en armonía. Casi toda la faena se cimentó sobre la derecha en tandas de cuatro o cinco muletazos con cadencia, casi a cámara lenta, componiendo la figura en imagen del mejor ballet clásico. Fue una faena de clamores, sentimientos muy bien expresados y respuesta popular de júbilo por la belleza de cada pase, bien por la derecha, por trincherillas o los de pecho. Por el lado izquierdo no fue lo mismo, no se sabe si porque el animal se quedaba más corto o porque el torero no le llevó largo. Aún quedaba lo mejor: la estocada. Es posible que sea una de las estocadas del año. Fue la culminación de la lidia de un gran toro por una cuadrilla perfecta que tenía un director de orquesta que ha encontrado el ritmo de nuevo.

El sexto se lidió bajo la impresión de la cornada. El de Alicante toreó sobra la diestra – la izquierda era imposible- y realizó un esfuerzo para completar su tarde. Pudo robar pases sobre la diestra de buen corte en una labor meritoria. La espada, contundente, dio paso a otra oreja.

Aparicio pasó de puntillas y a la defensiva. Ordenó masacrar a sus toros en el caballo y dio un concierto de inseguridad. Fue pitado en ambos.
 

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