Diego Ventura cortó un rabo sin justificación. Hermoso sufrió un parcance en el segundo y triunfó en el quinto. Moura estuvo bien y mató mal. Todo eso pasó en Huelva en el festejo de rejones.
Seis toros de Luis Terrón, despuntados, chicos y de pobre juego en general, destacando en lo negativo el tercero, parado y manso. El mejor, el quinto.
Joao Moura: saludos y una oreja.
Hermoso de Mendoza: saludos y dos orejas.
Diego Ventura: una oreja y dos orejas y rabo.
Plaza de Huelva, 3ª de Colombinas. Lleno. Hermoso y Ventura salieron a hombros.
Carlos Crivell.- Huelva
El buen ambiente que presidió este nuevo duelo entre Hermoso de Mendoza y Diego Ventura quedó frustrado en parte por el mal juego de los toros de Luis Terrón, sobre todo los de la primera parte del festejo. Aún así, esta corrida tuvo momentos de alto interés por la entrega de los caballeros. A la fiesta se sumó el muy veterano Moura, que hizo el rejoneó puro aunque su propia veteranía le resta transmisión a su cometido.
La primera parte fue más de sucesos que de toreo a caballo. El primero se dejó dentro de su mansedumbre y Moura lo templó a dos pistas con elegancia y un punto de aceleración. Fue una constante de su tarde, la precipitación que a estas alturas no le hace falta, como si estuviera ansioso de contratos. Su faena fue mejor sobre una hermosa tegua perla que lució con generosidad. Su habitual precariedad con el rejón de muerte se puso de nuevo de manifiesto.
En el segundo se produjo un momento de alta tensión cuando el caballo Chenel se resbaló y Hermosos le hizo el quite desde el suelo. No pasó nada, pero la angustia se apoderó de La Merced. Hermoso remontó con su habitual raza y clase, aunque el público no lo entendió y lo que debió ser un trofeo se quedó en saludos.
El tercero fue un manso integral. Diego Ventura se esforzó con las banderillas y puso colocar algunos rehiletes con mucho mérito y un alto componente de gesticulación exagerada. Sacó un caballo llamado Ginés que es experto en al balanceo para citar y eso provoca el júbilo en el respetable. Con un rejonazo trasero se llevó una oreja sin ningún mérito.
La segunda parte cambió, más que nada porque mejoró el juego de los toros de Terrón. Joao Moura se templó sobre el caballo y se dislocó cuando mató, como si fuera un principiante, con carreras para buscar los caballos para animar al tendido en su petición de trofeos. No tiene necesidad de tantas algarabías; estuvo bien, vendiendo mal su toreo a caballo y se llevó la oreja del cuarto.
A esas alturas de la tarde el festejo se había disparado al triunfalismo. Hermoso de Mendoza, ignorado en el segundo, fue premiado con dos orejas por una labor que con Caviar alcanzó su nota más alta Anduvo bien, vibrante, con calidad y efectividad, pero el rejón cayó en la mitad de la anatomía del burel, de forma que lo de las dos orejas fue otra gracia del señor presidente, que no tiene ninguna capacidad para presidir corridas.
Diego Ventura puso la guinda a la corrida frente a otro toro que no se empleó en la lidia. Si el animal no estaba por la labor, Ventura atropelló la razón dejándose llegar al toro cuando monto a Manzanares, cuyas piruetas se celebraron con estruendo. Cuando sacó a Distinto, la cabalgadura que más cerca cita para el quiebro, Ventura tenía ya a toda plaza en su bolsillo. El par a dos manos sobre Califa fue la culminación del entusiasmo, excesivo, aunque el nivel del toreo a caballo fue simplemente discreto. Mató en varios tiempos machacando sobre la marcha su primer fallo. Y qué importa. Dos orejas y rabo. Ver para creer. No cabe rabo más absurdo.