JUAN PEDRO DOMECQ Y GABRIEL ROJAS/ Curro Romero, Rafael de Paula y Finito de Córdoba
Ganadería: cuatro toros de Juan Pedro Domecq y dos, lidiados en segundo y sexto lugar, de Gabriel Rojas. Bravos y nobles los de Domecq. Al cuarto se le dio la vuelta al ruedo. Noble el segundo, de Rojas.
Curro Romero: una oreja y dos orejas y rabo
Rafael de Paula: tres avisos en ambos.
Finito de Córdoba: oreja y oreja.
Incidencias: segunda corrida de la Feria de Jerez.
Viernes, 19 de mayo de 2000
CARLOS CRIVELL
JEREZ DE LA FRONTERA.- La de ayer fue una tarde de las que hacen historia. Curro Romero consiguió las dos orejas y el rabo al cuarto y Rafael de Paula, que se cortó la coleta, vio cómo sus dos toros se iban vivos al corral.
El gitano de Jerez, impotente y hundido, había tirado la castañeta sobre el albero jerezano. Por otro lado, Romero dibujó el mejor toreo posible. Se encontró con un noble astado de Juan Pedro Domecq, al que lidió con un empaque y una cadencia propias de su peculiar tauromaquia. Comenzó con verónicas lentas, ganando terreno para rematar con media y una revolera de ensueño. Siguió con un quite de verónicas limpias que pusieron en guardia a la plaza. Curro había visto el toro; Curro estaba dispuesto a cuajar al de Juan Pedro.
Jerez toreaba al ritmo del faraón, lágrimas se escapaban por las mejillas de muchos de los presentes, las palmas por bulerías eran el remate de una obra grandiosa… Y Curro no falló con la espada. La plaza, entonces, se volvió loca: dos orejas y rabo.
La oreja que había cortado en el primero no tiene tanta historia. Lo inolvidable, la realidad de que el de Camas sigue vivo para la Fiesta tuvo lugar en el cuarto, un toro llamado Jumbrío, de Juan Pedro Domecq, al que se le premió con la vuelta al ruedo.
Que un torero no sea capaz de matar a ninguno de sus dos toros y escuche una ovación al finalizar su tarea sólo está al alcance de un genio llamado Rafael de Paula. Al mismo tiempo fue dando un curso de incapacidad física y otro de genialidad en lances y muletazos sueltos que parecían soñados. Fue el toreo de capa sentido y rasgado de un gitano abandonado a su suerte.
Se sucedieron imágenes patéticas. Mientras Paula lloraba desconsolado, Alvaro Domecq se tiró para abrazarlo en un aliento imposible, tal era el desconsuelo del gitano.
El tercer espada era Finito de Córdoba. Le dio verónicas con empaque y muchos muletazos de calidad al buen tercero. Al sexto, con pocas fuerzas y rebrincado, le hizo una faena voluntariosa, pero la gente estaba ya en otra cosa.