Corrida triunfalista la tercera de Jerez con 8 orejas y un rabo en la que sobraron tres orejas y el rabo. El Juli estuvo muy bien. Sus compañeros, subidos al carro, bien a secas. La corrida de Cuvillo, lamentable por chica

Plaza de Jerez, 3ª de la Feria del Caballo. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presencia – segundo, tercero y sexto, abecerrados -, de juego variado. Mejores, por su juego, segundo, cuarto, premiado con la vuelta, y quinto. Minuto de silencio por Salvador García Cebada. Los tres espadas salieron a hombros.
El Juli, tabaco y oro, estocada (dos orejas). En el cuarto, estocada trasera (dos orejas y rabo tras aviso).
El Fandi, rioja y oro, estocada (dos orejas). En el quinto, dos pinchazos y estocada baja (saludos).
José María Manzanares, azul marino y oro, media estocada defectuosa (una oreja). En el sexto, estocada contraria (una oreja).

Carlos Crivell.- Jerez

Tarde triunfal y triunfalista en la plaza de Jerez. La parte triunfal la pusieron los toreros en algunos momentos, no siempre. La triunfalista la puso un público enfervorizado y un palco alocado. El balance es significativo. Es una pena que una corrida así no se celebre con toros con más vitalidad y de mejor presentación, que en esta misma ganadería existen, como bien se sabe. Algunas de las reses lidiadas eran becerros impropios de una plaza de segunda.

Al tendido llegó la locura y el palco se sumó a la misma con orejas a destajo sin causa justificada. El Juli se vio recompensado con dos orejas del primero por una faena dominadora y templada a la que le faltó emoción. La estocada clásica del madrileño despertó a la plaza que pidió doble trofeo. Ahí comenzó su descalabro el señor presidente, que se quiso poner serio en el tercero y le negó las dos a Manzanares por una labor de enorme mérito ante un toro muy complicado.

Cuando ya la euforia era incontenible, la lidia del cuarto provocó la histeria colectiva en la plaza. El toro fue muy noble, pero anduvo sin fijeza en los primeros tercios. El toro acabó embistiendo con calidad por abajo cada vez que El Juli lo citó en una faena plena de dominio por ambos pitones. El torero exhibió toques sutiles para tirar de la bondadosa embestida del animal. Faena intensa que caló en la plaza. En los compase finales, algunos muletazos eran largos como una carretera americana. Se pidió el indulto, el presidente le mandó un aviso al torero, que quiso prococar el perdón, para luego matarlo de una estocada muy trasera. El rabo fue un exceso, como si el usía quisiera justificarse con la plaza o con el propio espada. El Juli, cumbre, con mucha ambición y en un momento espléndido por la facilidad para colocarse y ligar pases y más pases.

La faena de Manzanares al tercero no fue cualquier cosa. Era un toro insignificante que se enamoró de la figura del matador alicantino. No paró de mirarlo con descaro toda la faena. Si el animal hubiera sido racional podría afirmarse que no quería dejar de admirar de cerca a un matador tan renombrado. El de Alicante aguantó, pulseó, esperó y toreó a sus anchas al final, ya con el animal convencido de que había tenido el honor de ser toreado por un diestro tan afamado.

Junto a El Juli y Manzanares, El Fandi a lo suyo. Dejó su impronta templada con el capote, puso las banderillas como es habitual, pero la sorpresa fue que serenó y se templó con el quinto, un toro nobilísimo. O será que de ver a sus compañeros el de Granada se vino arriba y templó a un toro enorme por los dos pitones. Toreó mejor, pero toro era para llevárselo a casa de bueno. Como detalle raro, lo pinchó. Había hecho una faena más desigual al novillote segundo, que acabó encastado. El Fandi conectó con la masa y también recibió dos orejas de nulo valor taurino. Para el diestro lo mejor es que salió en la foto con sus compañeros.

El sexto, para no ser menos, era chico, noble y también miró al torero. Ahora resurgió el buen Manzanares. Con tiempo y pausa, dibujó muletazos bellísimos. No cabe decir nada más; fue el buen torero de siempre, con ese matiz de jugar la cintura con gusto para rematar los muletazos. Sólo faltó que el toro repitiera más; o que el torero le pusiera más calor.

Al final, la terna a hombros, aunque el que estuvo hecho un tío con los becerros de Cuvillo fue El Juli.

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