Carlos Crivell.- En una vuelta de tuerca imprevisible, escrita por el destino de manera caprichosa y sorprendente, Jesulín de Ubrique y Morilla vuelven a juntarse de nuevo. Será para que el torero de Ubrique ejerza las funciones de apoderado del novillero de Morón de la Frontera Martín Morilla, nieto de Manolo Morilla y que fue apoderado de Jesulín en los años de su reinado como torero.

Manuel Morilla fue el impulsor y gestor de la carrera de Jesulín, de su mente salieron todos los recursos para poner al diestro en primer plano. El torero respondió, porque, otras cuestiones aparte, ha sido uno de los más valientes y templados de los últimos cincuenta años. Es una lástima que posteriormente haya quedado como el símbolo de un toreo degradado y de un tiempo de abusos, algunos de ellos propiciado por el mismo Morilla. Basta recordar aquella imagen de un señor incapacitado en el ruedo de Sanlúcar de Barrameda. O las corridas para mujeres, algo que ahora sería imposible.

Jesulín y Morilla acabaron mal. En la última etapa, Jesulín se fue con otro gran apoderado, Pepe Luis Segura. El de Morón nunca entendió los motivos de su marginación. De hecho, no volvió a ejercer de apoderado de primer nivel. La gran obra de Morilla fue la plaza de toros de su localidad, inaugurada el 10 de marzo 2001, fecha solemne en la que no toreó Jesulín, el torero de su vida. Había reaparecido en Olivenza el 3 de marzo tras dos años retirado.

Parecía que los caminos de Jesulín y la familia Morilla estaban separados para siempre, pero ahora el torero debuta como apoderado del nieto de quien fue su gran mentor. Es una maravillosa carambola. Ha tenido dos apoderados de los que habrá podido aprender mucho. Que tengan suerte, sobre todo porque el joven chaval de Morón tiene mimbres para ser torero.

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