Antonio Lorca.- La polémica desatada en las redes sociales por la foto en la que Rivera Ordóñez aparece con su hija pequeña en brazos mientras torea a una vaca en una plaza de campo es exagerada, absurda y, consecuencia, sin ninguna duda, de la extraordinaria campaña que la tauromaquia está sufriendo por parte de las asociaciones animalistas, partidos políticos, antitaurinos y anónimos ciudadanos que se esconden en las nuevas tecnologías para dar rienda suelta a bajos instintos que da miedo leerlos.
De entrada, no se le puede llamar toro al animal que aparece en la foto. Las hembras que se tientan en el campo -erales se las denomina- suelen tener dos años, y no parece que la de la foto haya tenido la oportunidad de apagar las velas de su segundo cumpleaños. Quede claro, pues, que Rivera no aparece toreando un toro, sino una vaquilla que, con toda seguridad, estaba ya cansada después de una larga faena campera.
¿Es normal que un torero coja en brazos a su niña de pocos meses para bautizarla taurinamente delante de una vaca?
Yo no lo haría, pero no soy torero. Y habrá toreros que lo hagan y otros a los que les parezca una barbaridad. El padre, que es el primer responsable de la seguridad de su vástago, sabrá el nivel de riesgo al que lo está exponiendo. Asegura Rivera que esta es una tradición en su familia y que lo mismo hicieron con su padre y con él. Pues, muy bien. Si su esposa y el propio torero están de acuerdo, qué sentido tiene la polémica. No están incumpliendo ninguna ley, ni parece que el peligro de la vaquilla sea tan grave como para que el torero reciba las crueles críticas que se pueden leer en Internet.
¿Acaso no hay muchos padres que permiten que sus hijos de corta edad se suban a lo alto de una torre humana -los castells catalanes- con el riesgo evidente de que sufran algún daño, y nadie polemiza sobre la que es, sin duda, una tradición arraigada? ¿Acaso otros no admiten que los videojuegos o los dibujos animados carcoman los infantiles cerebros de sus niños con evidente peligro para su educación? Ya, pero ni en los castellets ni en los dibujos hay toros…
Vivimos unos momentos en los que hablar de toros es políticamente incorrecto; de ahí, esta polémica tan disparatada e insensata. Pero no lo es, por ejemplo, desear la muerte de un torero herido, en un anónimo y cobarde gesto evidente de depravada crueldad.
Es posible que Rivera se haya equivocado al subir esa foto a las redes sociales. Pero ni el Defensor del Menor ni esta sociedad, tan permisiva con otras prácticas que perjudican directamente al mundo infantil, tienen derecho a juzgarlo.