Morante de la Puebla ha escrito una página gloriosa en Las Ventas al cuajar con el capote al cuarto de la tarde, toro noble y justo de fuerzas de Juan Pedro Domecq. Ha toreado a la verónica de forma magistral, jugando los brazos y la cintura, en lances de belleza indescriptible. Los remates han sido sublimes, como el galleo por chicuelinas para llevar al toro al caballo. Las mismas chicuelinas han sido la demostración del mejor toreo sevillano.
Este toreo ha continuado en una faena corta con una tanda genial con la derecha, adornos, de la firma y kikirikís. La plaza de Madrid ha rugido ante tanto arte y tanta belleza. Ha pinchado antes de la estocada y el premio ha sido de una oreja, cuando era la tarde de la Puerta Grande.
El torero, consciente y roto por lo realizado, ha llorado, mitad por la emoción y mitad porque la escasa duración del animal y el pinchazo se han llevado la mayor gloria de la salida a hombros.
Ha sido una demostración del mayor arte posible, además de un bálsamo para la tarde. Manzanares, sin suerte con el primero sobrero de José Vázquez, ha podido lidiar uno flojo de Juan Pedro cuando ya el público era feliz por haber visto a Morante. El esfuerzo del alicantino ha sido premiado con una ovación tras una formidable estocada.
El joven Pinar tiene mucho que caminar. Es un torero moderno que después de ver a los maestros no ha podido interesar al público con el mejor toro de la tarde, el sexto de Juan Pedro, único toro bueno de una corrida floja y descastada.
La salida de Morante de la plaza ha sido un clamor. Solo, caminado con el capote de paseo recogido, con la torería innata de los genios, ha recogido la ovación de Madrid en una tarde que queda para la historia por el inmenso toreo de Morante con el capote, aunque con la muleta también lo ha bordado.