//Andalucia// 17-8-2015  Malaga Feria Taurina de Malaga 2015, plaza de toros la malagueta, corrida de feria para los toreros Salvador Vega, Daviz Galan y Fernando Rey Fotografo  ANTONIO PASTORCarlos Crivell.- En la segunda de la Feria de Málaga destacó Salvador Vega, un torero tan eterno como nuevo por su elegancia y buenas maneras. Mala corrida de Martín Lorca y discreción en David Galán y Fernando Rey.

Plaza de La Malagueta, 17 de agosto de 2015. 2ª de feria. Menos de media plaza. Seis toros de Martín Lorca, bien presentados, flojos y descastados. 1º, noble y soso: 2º y 3º, parados; 4º, de mayor duración, noble; 5º, noble y descastado, 6º, descastado y sin fuerzas.
Saludaron en banderillas Javier Ambel, Raúl Limón y Álvaro Núñez. Excelente el picador Pedro Iturralde en el tercero.
Salvador Vega, de rioja y oro, estocada atravesada (vuelta al ruedo tras aviso). En el cuarto, estocada caída (una oreja tras aviso).
David Galán, de sangre de toro y oro, estocada caída y tendida y descabello (vuelta al ruedo). En el quinto, estocada trasera y baja (saludos).
Fernando Rey, de azul y oro, dos pinchazos, estocada tendida y dos descabellos (silencio tras aviso). En el sexto, pinchazo, estocada que asoma y descabello (silencio).

Era una corrida de toros para tres malagueños con toros de un ganadero malagueño. No fue suficiente para que los paisanos se volcaran en La Malagueta. El desarrollo de la corrida se centró en la labor de Salvador Vega, torero de corte elegante, ya con doce años de matador de toros. Su figura fina y esbelta tapa esa veteranía que ya atesora a estas alturas. Es ahora un torero curtido que siempre parece nuevo. Será que el toreo de buen gusto siempre parece nuevo.

El lote de reses de Martín Lorca lució tanta presentación como falta de casta. Casi todos los toros lucieron hechuras bien rematadas, morrillos lustrosos, culatas fornidas, pitones buidos y badanas respetables. Con esas hechuras cumplió en parte el ganadero. Respecto a la bravura y la casta, suspenso absoluto.  La nobleza del cuarto fue una luz en la oscuridad entre animales parados y sin vitalidad.

Decíamos que Salvador Vega volvió a dejar sobre el albero de La Malagueta la huella de su toreo de eterno aroma. Si no ha prosperado más en su ya dilatada trayectoria habrá que pensar que no dio el paso adelante en momentos puntuales. Sigue siendo un placer verlo con el capote, bien en el toreo a la verónica, ya en las chicuelinas, en los delantales o en el ramillete de medias con el que selló el saludo al cuarto.

El que abrió plaza fue un toro basto con viaje corto y bien asentado sobre el albero. Vega toreó con sentido y buen estilo las pocas veces que el animal se dignó embestir.

Su triunfo llegó en el cuarto, toro más noble, al que dosificó en una faena algo larga pero repleta de muletazos de bello corte y elegancia suma, que llenaron la plaza del mismo aroma de las biznagas malagueñas. Tanto por la derecha como por la izquierda dibujó pases excelentes, para acabar rodilla en tierra con ayudados, siempre con el denominador de la elegancia. La oreja cayó a plomo. Otro año más, como si el tiempo no pasara, este torero se justificó de sobras. Si no torea más y mejor, esa ya es otra historia.

El segundo fue un aspirante a toro de Guisando. David Galán anduvo bullidor y porfíon, casi siempre con el compás muy abierto, aunque todo con más voluntad que acierto. Se pegó una vuelta al ruedo por su cuenta y riesgo.
El quinto tuvo más vitalidad en la primera parte de la faena. David volvió a poner de relieve su afán, al tiempo que sus limtaciones. El toro duró poco, acabó rajado, aunque Galán no acertó a llevarlo con mayor mando y temple. De nuevo muy despatarrado, Galán solventó su tarde sin altos ni bajos.

Fernando Rey tropezó con otro animal reservón, un prodigio de falta de casta y movilidad, en el primero de su lote. Además, fue muy blando. Rey lo intentó con denuedo sin lograr nada destacado. De los pases sin ligar pasó a los circulares antes de tiempo. Para colmo, la espada debía estar oxidada.

El sexto fue un compendio de todo lo negativo que puede encerrar un toro de lidia. Parado y rebrincado por sus pocas fuerzas, el toro completó un mal lote para el joven matador. Se la puso por los dos pitones sin que surgiera la luz del toreo de emoción, algo imposible ante semejante regalito. Le quedó la voluntad. Y dejó muy claro que no era su mejor día con la espada.

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