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Los espadas saludan antes del comienzo de la corrida (Foto: Joaquín Bueno – Aplausos)

La corrida del Domingo de Resurrección en Málaga fue decepcionante porque no hubo toros. Muy buenos detalles sueltos de Morante y el Juli, pero un conjunto muy desangelado por la falta de presencia y casta de las reses.

Plaza de toros de Málaga, 20 de abril de 2014. Corrida del Domingo de Resurrección. Se agotaron las localidades aunque no se llenó la plaza. Toros, por orden de salida, Victoriano del Río (sobrero), muy flojo; Garcigrande, noble y descastado; Juan Pedro Domecq, inválido; Victoriano del Río, rajado y difícil; Jandilla, noblón pero soso y descastado; y Domingo Hernández, noble y rajado.

Morante de la Puebla, nazareno y oro, pinchazo y media (saludos tras aviso). En el tercero, media estocada (silencio). En el quinto, pinchazo y descabello (saludos)

El Juli, de verde hoja y oro, estocada trasera, baja y atravesada (saludos). En el cuarto, dos pinchazos y estocada caída (silencio). En el sexto, pinchazo, estocada contraria y descabello (saludos tras aviso).

Carlos Crivell.- Málaga

La lluvia pertinaz de la mañana y primeras horas de la tarde dejó el ruedo el mal estado. El retraso del comienzo estaba justificado. Por encima de otras circunstancias, la gente que casi llenó la plaza, aunque en las taquillas se anunció que se habían agotado, tenía ganas de toros. Y estaba del lado de los toreros en una ovación cariñosa tras el paseíllo.

Tenían ganas de toros, que fue lo que faltó en La Malagueta. Los diestros no pueden quejarse. Habían elegido sus toros y el fallo hay que ponerlo en su balanza. El toro no salió a la plaza, bien porque algunos no llegaron a tener el trapío que debe exigirse en una plaza de primera, bien porque formaron un lote de de inválidos y descastados que lograron desesperar a los lidiadores y al público.

A una corrida tan esperada le faltó el toro, elemento fundamental de la Fiesta. Los buenos propósitos de El Juli y Morante para ayudar al toreo en estas fechas deben tener el respaldo del toro, porque si no se enfrentan a reses serias perderán toda credibilidad.  El cartel primitivo omitía los nombres de las ganaderías, es decir que se anunció sin toros, lo que justamente ocurrió en La Malagueta.

El primero de Zalduendo fue premonitorio. Se fue a los corrales por su falta de fuerzas. Mala cara puso Morante. Salió un sobrero de Victoriano del Río tan noble como insípido. Morante dibujó dos verónicas muy lentas. El Juli quitó por chicuelinas y cordobinas con agallas. El toro se dejó en la muleta, pero la belleza de algunos muletazos sueltos sin componer faena fue muy del gusto de los partidarios del torero. Faltaba toro y la belleza aislada no es suficiente.

El de Juan Pedro, chico y flojo, no tenía ni casta ni fuerzas. Un quite de El Juli llevó alguna esperanza al tendido. Las tapatías surgieron con brillantez. Todo se hundió al segundo muletazo de la faena de Morante con el animal rodando por el albero. Ahí perdió todo el fuelle que atesoraba. Se perdió cualquier posibilidad de faena.

A Morante le quedó el quinto de Jandilla como última bala. Frente a otro animal cansino, arrimado a las tablas, el torero de La Puebla dibujó algunos naturales sueltos, era imposible ligarlos, que dejaron patente su voluntad pero tampoco ahora hubo clamor. Al matarlo se quedó en la cara y a punto estuvo de sufrir un percance. A Morante se le fue la tarde en cuatro detalles bonitos.

El Juli lució su tauromaquia dominadora en los toros de Garcigrande, segundo, y Hernández, el sexto. Ambos toros con el fondo mínimo y que fueron exprimidos por el matador en dos faenas en las que no dejó pensar a sus oponentes con la muleta siempre en la cara para tirar de su embestida sin fuelle. Fue más intensa la labor del madrileño con el segundo de la tarde. Primero lo dominó y luego se quedó muy cerca dejándose acariciar los muslos por los pitones. El toro acabó completamente hundido ante tanto dominio. Un espadazo infame se llevó el trofeo.

Cómo sería el de Victoriano del Río, jugado en cuarto lugar, que un torero tan poderoso no pudo dibujar ni un muletazo en condiciones.

También la espada le dejó sin premio en el sexto. Este animal, justo de fuerzas, también acabó enamorado de la muleta del torero, que abusó de la técnica y se olvidó de la estética al doblar la figura más de la cuenta. Era lo que exigía este toro al que le costaba un mundo seguir la franela. Pero no era la tarde de Julián con la espada, que pinchó y necesitó hasta un descabello para ponerle el punto a final a una corrida decepcionante.