Remedin GagoLuis Carlos Peris.- Hace una semana le dijimos adiós a una mujer irrepetible que vivió por y para su hombre de toda la vida. Para ella, Manolovázquez era su norte y su guía, ¿o más bien fue ella la aguja de marear del gran torero de San Bernardo? Cuando al monumento de Curro sucedió el de su cuñado Pepe Luis, ella rompió todos los teléfonos habidos y por haber para que su marido también fuese inmortalizado en bronce. Sabía a quién llamar, qué tecla tocar para la consecución de sus nobles propósitos y cuando le apareció la desmemoria se le quedó en el tintero un mausoleo faraónico para el hombre que la dejó viuda un caluroso día de la Virgen de los Reyes. Remedín Gago de la Cruz ejerció de mujer de torero hasta su muerte en vida y cada conversación moría en el recuerdo de Manolovázquez, con el que ya se habrá reunido tras saludar al Señor y a su Virgen del Refugio.