Festejo interminable en la novillada de inicio de la Feria de Málaga, ocho novillos, nueve avisos y tres horas y media de espectáculo con una solitaria vuelta al ruedo para Sergio Flores.

La Quinta y De la Puerta / Flores, Ramos, Rodríguez y Ortega

Plaza de Málaga, 1ª de Feria. Seis novillos de La Quinta y dos, sexto y séptimo, de Julio de la Puerta. Los de La Quinta, mal presentados 1º y3ª, de juego desigual. Mejores segundo y quinto. Los de De la Puerta, nobles. Saludó el Niño de Aravaca en banderillas. Quite oportuno de Jesús Robledo “Tito”.El festejo duró tres horas y media.
Sergio Flores, blanco y oro, estocada (saludos). En el quinto, pinchazo y caída (vuelta al ruedo).
Adolfo Ramos, rioja y oro, pinchazo y baja (saludos tras aviso). En el sexto, estocada que asoma y media atravesada (silencio tras dos avisos).
Manuel Rodríguez, blanco y plata, cuatro pinchazos y estocada perpendicular (silencio tras dos avisos). En el séptimo, media atravesada y caída, pinchazo y estocada trasera (silencio tras dos avisos).
Juan Ortega, marfil y azabache, dos pinchazos y estocada atravesada (saludos tras aviso). En el octavo, pinchazo, estocada y seis descabellos (silencio tras aviso).

Carlos Crivell.- Málaga

Ocho reses son muchas reses para la corrida actual, que tiene un desarrollo lento y monótono, lleno de faenas inacabables por parte de espadas modernos que salen al ruedo a hacer lo que saben, venga o no venga a cuento. Los ochos novillos del festejo que abrió la Feria de Málaga fueron un exceso para el personal, que asistió a la lucha de unos chavales inexpertos contra unos novillos muy chicos pero con ese punto de picante que exhiben siempre los de Santa Coloma.

Así pues, ante tanto aviso, lidias cansinas y demás despropósitos, la plaza tuvo la oportunidad de escuchar un magnífico concierto de la banda de música juvenil de Miraflores Gibraljaire, que ajena a lo que sucedía en el ruedo tocó en casi todas las faenas de muleta sin que hubiera nada que reseñar. De una calidad insuperable, la banda se lució a sus anchas. Lástima que amenizara a faenas sin contenido. Fue un concierto de música torera a propósito de una novillada, por cierto de ocho novillos. Una barbaridad.

El novillero con mejor oficio fue el mexicano Sergio Flores, que reaparecía tras su grave percance en Madrid. Se justificó con el primero, un novillo de mínima presentación y desfondado, con el que su labor no trascendió al tendido.

El quinto fue un novillo de La Quinta con buen son al que Flores entendió a la perfección. Dejó siempre al muleta colocada para ligar los pases y prolongó la embestida con buena técnica. Fue una faena de mérito al rematada con la espada. Le negaron la oreja porque no había sido labor de premio.

El melillense Adolfo Ramos se llevó un lote potable. Estuvo animoso tanto en el de La Quinta como en el de Puerta, aunque sus dos faenas pecaron de falta de temple. El enganchón no es bello. No se acopló al de La Quinta, algo hasta cierto punto lógico, pero tampoco le cogió el aire al buen novillo de Julio de la Puerta que hizo sexto.

Para Manuel Rodríguez, no fue una tarde afortunada. El tercero, muy castigado en varas, le hizo un trasteo frío y distanciado sin llevar prendida la embestida del burel. También fue bueno el que mató en séptimo lugar, lo que le permitió dibujar algunos derechas de buen concepto, aunque denotó una insuficiente preparación para un evento de esta importancia. Manejó muy mal al espada fue avisado por partid doble en ambos novillos. El de Julio de la Puerta fue tan bueno que le dejó estar en su cara para hacer su toreo a distancia. A todo esto, la banda seguía tocando. Una maravilla de concierto.

Juan Ortega ratificó que tiene un buen concepto torero. Quiere torear despacio y lo consigue a veces. Necesita más rodaje, sobre todo para enfrentarse a novillos santacolomeños. Lanceó con buenas maneras a la verónica al cuarto. El animal era atosigante y Ortega dibujó muletazos preciosos junto a otros más embarullados.

Comenzó muy torero la faena al que cerró plaza. Con parsimonia, Ortega volvió a torear despacio con la derecha y remató con trincherazos de calidad. Su labor pecó de frialdad, hubo falta de unidad y algún enganchón, pero allí estaba la música para acabar su concierto cuando ya llevábamos tres horas y media en el tendido de La Malagueta.

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