Comenzó la Feria de Málaga con una novillada de Santiago Domecq floja y descastada. El triunfador fue Fernando Rey, un novillero con entrega y decisión, que lo puso todo para buscar el triunfo. Desafortunado Luis Rivera y con oficio Garrido.
Plaza de toros de Málaga, 1ª de feria. Media plaza. Cinco novillos de Santiago Domecq y uno, tercero bis, de Javier Molina, lidiado por uno inválido del hierro titular. Justos de presencia, sosos, flojos y descastados, excepto el segundo, de mejor juego. Fernando Rey salió a hombros por la puerta de cuadrillas.
Luis Rivera, perla y plata, estocada (saludos). En el cuarto, dos pinchazos y estocada honda (silencio).
Fernando Rey, blanco y plata, estocada (una oreja). En el quinto, pinchazo y estocada (una oreja tras aviso).
José Garrido, rioja y oro, estocada que asoma, estocada y tres descabellos (silencio tras dos avisos). En el sexto, estocada muy baja (vuelta).
Carlos Crivell.- Málaga
El primer toque de atención lo dio Fernando Rey en un quite al que abrió plaza. Fue por zapopinas que le salieron bordadas, pero fue más el impacto que produjo la decisión del chaval que los mismos capotazos. Lo confirmó en la faena a su primer novillo. Nunca se sabrá si un novillo es bueno por sí mismo o por el trato que recibe. El segundo de la tarde fue bueno, pero la actitud de Rey fue encomiable por su entrega en busca del triunfo.
Fernando Rey hizo una faena emotiva por el buen trazo de sus pases y porque lo expresó muy bien, ya en los pases fundamentales, ya en los remates, entre los que las trincherillas y los de pecho fueron enormes. Es decir, toreó bien y el público se enteró a la perfección de cómo era su estilo torero. La faena tuvo, además, ligazón y unidad. Se pidieron las dos orejas, aunque el palco lo dejó todo en un solitario trofeo. Mejor es cortar una oreja con fuerza que dos sin fundamento.
La disposición se comprobó en el quinto, un novillo muy flojo que fue salvado por las cuadrillas y que debió volver a los corrales por su manifiesta invalidez. A Rey no se le quedó nada en el esportón. Lo recibió con dos pases por la espalda en el centro y volvió a ponerse en el sitio para intentar el toreo bueno. Dadas las escasas fuerzas del novillo, ahora fue una faena pletórica de ganas, con la muleta a media altura, pero con un talante de novillero de los siempre. Puso en práctica todo su repertorio. Al finalizar, al dar una barnadina fue atropellado sin consecuencias. El novillo se encargó de aguarle la fiesta al derrumbarse cuando quería insistir por el mismo palo. Ni importó, su gesto y valor le habían dado el pasaporte para un nuevo trofeo. Lo dicho, un novillero en novillero.
La novillada de Santiago Domecq no fue buena. Muy falta de raza, justa de trapío para una plaza de primera, la nobleza tontuna de algunos de ellos no fue suficiente para salvar el conjunto.
Luis Rivera no estuvo afortunado con el lote que le cayó en suerte. El primero fue manso y no tenía fuerzas. Rivera instrumentó dos tandas con la diestra de buen corte y poco eco. No pudo torear más al de Domecq. El cuarto fue un marmolillo sin casta. Dejó algunas verónicas de elegantes maneras. Fue lo mejor de su tarde. A este cuarto no pudo ligarle ni dos pases seguidos.
José Garrido era el novillero más placeado de la terna. Mató en primer lugar un sobrero de Javier Molina, tan soso como flojo. Garrido tiene oficio y logró algunas tandas de mano baja. El animal no se prestó para mucho más. En su porfía, cuando ensayaba un arrimón, fue volteado. Con la espada anduvo torpe y llegó a escuchar dos avisos.
El cartucho del sexto no fue mejor que sus hermanos. El extremeño sufrío los gañafones a la defensiva del burel, una verdadera birria a la defensiva, con el que volvió a poner sobre el albero su oficio para sacar algunos pases sueltos entre muchos enganchones. Acabó en tablas con circulares en una faena demasiado larga sin causa justificada. Fue el colofón de una mala novillada en la que solo la actitud de Rey puede salvarse.
Foto: Joaquín Bueno (www.aplausos.es)