Fernando Cámara, que volvía a La Malagueta, sufrió una aparatosa voltereta y la fractura de la pierna izquierda en el primero. Salvador Corté, una oreja y buenas sensaciones. Gallo, nada.

Camacho / Fernando Cámara, Eduardo Gallo y Salvador Cortés

Ganadería: seis toros de Mari Carmen Camacho, bien presentados, justos de fuerzas y raza y de juego variado. Destacó el tercero, noble y repetidor. En el lado negativo, primero, áspero, segundo y quinto, muy parados.

Fernando Cámara: cogido en el primero. Mató Gallo de una casi entera.
Eduardo Gallo: estocada honda (saludos) y bajonazo tendido (silencio).
Salvador Cortés: estocada (una oreja), estocada (dos vueltas, la segunda por su cuenta) y estocada y dos descabellos (saludos).

Plaza de Málaga, 14 de agosto de 2008. Más de media plaza. Fernando Cámara pasó a la enfermería y fue trasladado al Hospital Carlos Haya por padecer la fractura del fémur izquierdo.

Carlos Crivell.- Málaga

La corrida comenzó con una noticia desagradable. Fernando Cámara, que volvía a La Malagueta después de cuatro años retirado, fue cogido en el trasteo de muleta de un toro poco agradable. El de Camacho nunca humilló y volteó a Cámara. El veterano espada quedó inmóvil sobre el albero. Algunos decían que le había corneado; otros que llevaba rota la pierna. Acertaron los segundos. El camino de la enfermería, con desconcierto de las asistencias, fue explícito. Cámara se sujetaba la pierna izquierda con un gesto de dolor extremo. Se lo llevaron al hospital. Mala suerte la suya, porque ya se sabe que los toreros prefieren una cornada a una fractura.

El torero de Arjona, de crianza malagueña, es el director artístico de la Escuela Taurina de la ciudad. Recibió al toro con algunos lances de buen corte, hizo un quite por chicuelinas apretado y apenas pudo dar una docene de muletazos. El toro, de mal estilo porque no humilló, lo cazó en cuanto lo tuvo cerca de sus pitones. Así acabó su presencia en la Feria. La corrida no podía comenzar con menos suerte. Gallo y Cortés se quedaban para matar la corrida.

Lo más destacado del festejo lo firmó Salvador Cortés. Lidió tres reses y anduvo a buen nivel. Cortés entendió bien al tercero, un toro noble con pocas fuerzas. La suya fue una faena inteligente porque le dio sitio y distancia al de Camacho, aunque también acertó en los tiempos. Tandas cortas con mucho temple y dejando la muleta colocada para engarzar los muletazos. Abundó el toreo sobre la derecha, aunque también acertó con los naturales. La faena llegó bien al tendido y fue rematada de una estocada de buena ejecución.

Mató el cuarto, toro que hubiera correspondido a Cámara. Ese animal fue otra cosa. Carecía de fuerzas y casta. Cortés lo recibió con una larga en el tercio, signo de su buena disposición. La faena fue un quiero y no puedo. Enorme voluntad ante un animal parado y de escasa vitalidad. Algunos derechazos fueron buenos, aunque desplazó mucho al toro con toques violentos. Recurrió a los circulares para animar el cotarro y quedó claro que su voluntad era más que evidente. Al matar de otra estocada, parte de la plaza pidió la oreja que el palco no concedió con buen criterio. Dio dos vueltas al ruedo, la segunda sin que nadie se la pidiera.

El que cerró plaza tampoco mejoró a sus hermanos. Cortés está en un buen momento. Su decisión es encomiable y mantiene su buena técnica. Este toro tenía poco recorrido y Salvador le buscó las vueltas para robarle algunos pases suetos de buena factura. El toro acabó rajado y ahí se acabó la corrida. En conjunto, Salvador Crotés ha cumplido de nuevo una actuación más que digna en la Feria malagueña. Como detalle final, mató a este toro de otra buena estocada, la tarcera de las que recetó.

Eduardo Gallo se llevó lo peor del mal encierro de Camacho. El primero de su lote tenía poco recorrido y acabó hecho una estatua. Gallo, que muleteó sin poder ligar los pases, acabó metido entre los pitones de un toro muerto en vida. Es lo que se ha dado en llamar un arrimón, algo que los matadores realizan cuando el animal está ya casi muerto. No es cuestión de quitarle méritos a un torero que se deja acariciar el terno con los pitones, pero el toreo es otra cosa.

El quinto, segundo de Gallo, fue otro toro desesperante por falta de casta. No remató nunca los viejes y se rebrincó por falta de fuerzas. Gallo hizo otro esfuerzo baldío, aunque ahora no pudo ni darse el arrimón. En realidad, su paso por La Malagueta ha estado lastrado por el mal juego de sus dos toros, dos animales sin casta ni nada.

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