Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 27 de enero del 2013. Décimo quinta corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Siete de Julián Hamdan (José Mauricio regaló al primer sobrero), bien presentados en conjunto, débiles y con poca bravura. Destacaron el primero y el tercero por nobles.
Toreros: Uriel Moreno “El Zapata”, al que abrió plaza le mató de estoconazo y cortó una merecidísima oreja. Al cuarto le pinchó en lo alto y luego le atizó una entera memorable: inexplicable silencio.
José Mauricio, al segundo de la tarde le despachó de dos pinchazos en lo alto y buena entera: silencio. Al quinto le pegó una media baja casi a medio lomo y luego logró una buena estocada: silencio. Regaló un séptimo al que mató de gran estocada para cortar una oreja.
Alejandro Talavante, al tercero del festejo le mató de estocada entera y traserilla, y le cortó dos orejas. Al sexto se lo quitó de enfrente con dos pinchazos y un par de golpes de descabello: palmas.

Hoy no salió el toro bravo, tampoco se vieron grandes proezas de parte de los montados, pero hubo mucho arte y mucho valor en la arena, pues los tres coletas demostraron que aun hay gente que se viste de luces con vocación de figura.

Vamos, como siempre, por partes. ¿Qué le puedo contar de Uriel Moreno, el excelente diestro tlaxcalteca? Pues que estuvo enorme en el que abrió plaza y sobrado de torería y oficio en su segundo.

Salió el primero del sobrino de Pepe Chafik (un toro bonito y noble, mas débil que una viejecita) y Zapata le instrumentó un quite nunca visto: le pegó chicuelinas volteando el capotillo a la hora del embroque para aplicarse ungüento de toro. El lance no ha sido bautizado aun, pero sabemos de buena fuente que nació esta semana en una sesión de toreo de salón en la Monumental de Apizaco. ¡Genialidades e innovaciones de los toreros de la tierra de Dios y de María Santísima!

Uriel puso los palos con maestría y exposición, clavando en lo alto en el primer y segundo pares y recortando con suficiencia y desparpajo. Intentó cerrar el tercio con el par Monumental en tablas, pero –aunque arrancó la ovación- sólo dejó un garapullo pues el bicho ya tenía problemas para pasar completo. En el segundo envite dejó un insuperable par al violín sesgando por dentro. Con esa demostración de capote y banderillas, en otros tiempos la afición le hubiera canonizado. Pero, como ya lo dijo Bob Dylan, los tiempos han cambiado…

Uriel Moreno mostró un reposo extraordinario en su faena de muleta, destacando al derechazo en pases largos, sobrios y templados. Los remates fueron indiscutiblemente clásicos, y la estocada –después de fijar e igualar magistralmente al bicho- fue un ejemplo de clasicismo. Algunos malinchistas le pitaron el apéndice que cortó, pero el buen aficionado le ovacionó en la vuelta al ruedo.

No tuvo suerte El Zapata en el cuarto, un animal soso y débil que no permitió mayores florituras con la muleta. Sin embargo, Uriel lució nuevamente con el capote y con los avivadores. De recibo le pegó al de Julián espléndidos faroles y medias largas de rodillas. Luego, en el quite, nos regaló la zapatina, un tres en uno compuesto de ojalás, valentinas y quizá hasta caleserinas: ¿puede usted pedir más variedad y más entrega? También queda para el recuerdo el estoconazo luminoso –tras un pinchazo- con el que tumbó al cornúpeta. Este torero está en su mejor momento, ojalá vaya a España a poner las cosas en orden.

Desgraciadamente, como ya lo hemos señalado, al líder del escalafón mexicano le hace falta el toro fuerte y bravo, cosa que no está al alcance de la miope empresa ni de los ganaderos que se arrodillan ante los “mandones” de allende el mar.

Vamos ahora a lo hecho por José Mauricio, uno de los diestros más finos de aquí y de allá. No tuvo suerte el capitalino con los dos que sorteó en la lidia ordinaria. Al segundo de la tarde, le ha dado un par de verónicas por el pitón izquierdo que fueron un portento de elegancia y un modelo de cargar la suerte.

Más tarde el pupilo de Hamdan cambió de lidia y se apagó, llegando a presentar muchas complicaciones. Mauricio estuvo firme y entregado, lidiando con oficio, pero eso la gente ya no lo ve. El quinto no fue ese proverbial quinto bueno, al contrario, fue muy malo: manso, distraído y con cierto peligro: ¡un asco! José Mauricio porfió y aquello fue como tratar de torear a un fósil del viejo museo de El Chopo .

Vino el de regalo, que ninguno de los más de diez mil espectadores protestó, y ese cornúpeto medio se dejó. No nos equivoquemos, todo el mérito de la faena muleteril fue de José Mauricio, quien aguantó las medias embestidas que le regateaba un burel con la cabeza por las nubes. El respetable, cosa extraña, entendió que el torero se la jugó sin trampa ni cartón, logrando pases de gran clase en una distancia mínima y echándole valor y sello al asunto. Nos quedamos con una tanda de naturales que fue un milagro de aguante y largueza. Mató Mauricio dando el pecho y cortó una oreja de peso: ¡justicia divina!

El más joven del cartel, Alejandro Talavante, logró poner a la gente de pie por todo lo que le hizo a su primer “enemigo”. Aquí haremos un paréntesis para señalar que el señor ganadero bautizó a sus rumiantes con una cursilería digna de mejor causa; ya no recuerdo si ese tercero se llamó “Cazador de Sueños”, “As de corazones” o “Abuelos”: ¡hágame usted el favor!

En fin, la cosa es que Talavante estuvo en plan grande. Empezó lanceando por mandiles de gran calidad y quitó por chicuelinas de mano bajísima, no embozado y tramposo. Los parroquianos se pusieron de pie después de la media larga y la brionesa con las que remató.

Brindó al público y plantado en los medios dio una arrucina cambiando el viaje del toro que transmitió a los tendidos una emoción indescriptible. Fajándose con un animal falto de fuerzas y codicia, el de Badajoz se recreó en derechas y naturales muy grandes, muy largos, completos. Alejandro sacó de su mágica chistera capeínas, capetillinas, otra arrucina, pases de las flores y granadinas, todo un compendio de cadencia, buen gusto, variedad y aguante. Se tiró a matar en los medios, con mucha fe y puntería. Al rodar el toro, los pañuelos poblaron los tendidos y Talavante paseó dos orejas que hacen palidecer a muchos otros triunfos también premiados con auriculares peludos.

El que cerró plaza no tenía un pase, pero Talavante le pegó estatuarios, naturales, molinetes y de pecho de muy buena factura. Claro, todo depende de la afición y del corazón del torero en turno, pese al morito. Desgraciadamente, a un burel tardo, probón y débil no se le pueden hace muchas fiestas por más que el de luces le ponga aguante y buenas maneras. Alejandro no estuvo fino esta vez con el acero, pero los entendidos le aplaudieron con gusto al finalizar su labor.

Esta tarde en el coso más grande del mundo, la hermosa música interior de los toreros tapó con creces la desesperante cacofonía ocasionada por la falta de fuerza y bravura de los toros.

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