Carlos Crivell.- Olivenza.- Nueve orejas se cortaron en la última de Olivenza, aunque lo mejor llevó la firma de Miguel Ángel Perera. La corrida de Zalduendo fue muy buena con un cuarto excepcional por bravura, aunque ponce no lo vuajó como debiera. Ferrera estuvo animoso.

Ganadería: seis toros de Zalduendo, terciados, pero de buen juego en general. Destacaron el tercero, el bravisimo cuarto y el noble sexto. Una buena corrida de toros.

Enrique Ponce: estocada baja y trasera (una oreja tras aviso) y estocada muy trasera y baja (dos orejas tras aviso).
Antonio Ferrera: media estocada (una oreja) y buena estocada (dos orejas).
Miguel Ángel Perera: pinchazo y estocada trasera (dos orejas) y estocada (una oreja)

Plaza de Olivenza, 8 de marzo. Corrida vespertina. Los tres espadas salieron a hombros.

Como espectáculo, Olivenza finalizó con una corrida triunfal en la que los toros de Zalduendo fueron decisivos para el éxito de la terna. Fernando Domecq lidió una buena corrida en esta plaza extremeña. Sólo se puede poner como nota negativa la exigua presentación de la corrida. No parece que esta plaza hay subido a segunda categoría.

La cumbre torera la firmó Perera. Si es verdad que en su primera tarde no anduvo a su nivel, ayer se salió de todos los moldes. La faena al muy buen toro tercero fue un prodigio de temple, sitio, valor y quietud. El tramo final de su valor, todo en una loseta sin inmutarse, fue algo que puso en pie a una plaza enervada por lo que estaba presenciando. Cuando toreó sobre la derecha, el temple fue su gran medicina: cuando lo hizo con la izquierda, la largura de cada pase resultó el elixir de una faena que no fue premiada con el rabo porque pinchó en la primera entrada.

El sexto pasó de forma simbólica por el caballo. Lo que parecía un gran toro se frustró al rajarse el animal. Perera estuvo ahora menos brillante en una labor marcada por la permanente huida del toro a tablas.

La corrida de toros tuvo muy buenos argumentos ganaderos. Entre todos, el que se lidió en cuarto lugar fue el que elevó la nota por su bravura en todos los tercios. Fue un toro completo que su matador, Enrique Ponce, aprovechó al final de la faena. Fue un tipo de toro que bien podría haber sido indultado. Seguro que el espada valenciano ha indultado muchos astados en su larga carrera con menos bravura que Respondón, que así se llamaba el de Zalduendo.

Ponce hizo una faena muy larga, incluso escuchó un aviso antes de entrar a matar, pero en esa larga obra sólo al final se pudo relajar el espada. El comienzo de la faena fue una lucha en la que el toro era un torbellino de fiereza, mientras Ponce intentaba, con un esfuerzo supremo, acoplarse a tanta bravura. En la mitad de la faena la plaza asistía con cierta incredulidad a lo que parecía el triunfo del animal. Pero Ponce es listo y sacó sus resortes para en unos ayudados por bajo cambiar el signo de su faena. Los circulares levantaron la plaza. El toro merecía algo más que la ovación, pero lo que hubiera merecido es que el diestro lo matara por arriba y no de un bajonazo trasero con el que lo finiquitó. Antes, en el primero, había toreado a distancia y con templanza a un toro chico y noble. Fue un entrenamiento vestido de luces.

Antonio Ferrera puso a contribución del espectáculo su vistosidad y su alegría. Sus paisanos se dislocaron con las banderillas y su toreo efectista, a veces algo vertiginoso, pero muy sincero y entregado. Se lució con el segundo y anduvo con agallas con el más incómodo quinto. Ferrera logró el beneplácito de sus paisanos y se fue a hombros con sus compañeros, algo que no es poco.
 

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