En la 13ª de Feria, toros de Jandilla, bien presentados pero sin raza y muy débiles. Cortó una oreja Alejandro Talavante al tercero, toro noble no picado. Discretos Castella y muy entonado El Cid.
 

Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Decimotercera de Feria. Lleno en tarde primaveral con algunas rachas de viento. Toros de Jandilla, desiguales de presencia, muy justos de fuerza y aunque nobles algunos resultaron inválidos. Saludaron Javier Ambel tras banderillear al 3º y Alcalareño y Pirri tras banderillear al 4º.

Manuel Jesús El Cid (de grana y oro): silencio y silencio

Sebastián Castella (de nazareno y oro): silencio y silencio

Alejandro Talavante (de obispo y oro): oreja y silencio

Carlos Crivell.- Sevilla

La corrida de Jandilla lució buenas hechuras. Algunos toros estaban atacados de kilos. Tenían los toros lo que en el argot se llama tipo para embestir, sobre todo el tercero, cuarto y quinto. El mejor atributo que se puede señalar del encierro es su nobleza, pero ello no es suficiente. A esos toros bonitos les falló el motor, que en la jerga torera es la raza. Es decir, que fue una corrida baja de raza.

Fue tan baja que algunos toros pasaron por el tercio de varas de forma simbólica para poder aguantar la lidia. El tercero, al que Talavante le cortó la oreja, pasó por el picador sin que fuera picado. Nunca ha sido más expresiva la frase de que no le habían sangrado ni para un análisis. Y eso, en cuestiones de toros de lidia, es algo que minimiza todo lo demás. Esa nobleza boyante sin pujanza ni fuelle no puede ser nunca el prototipo del toro.

El público aplaudió al citado tercero. Cuando un torero toca pelo se le suele tocar las palmas al astado. Se admite el aplauso, porque al final sus hermanos no fueron propicios para el triunfo, en general por su manifiesta falta de fuerzas. Es todo un milagro que ninguno de los de Jandilla se fuera devuelto a los corrales, porque casi toros claudicaron en los primeros tercios. Lo que resume el juego de los toros es su falta de raza, para qué andarse con palabrerías sin sentido. No es ésta de Jandilla la corrida que le hace falta ahora a la Fiesta.

Es evidente que los toros y los toreros deben tener suerte en el sorteo. Lo de los toreros es fácil de entender; también los toros deben ser afortunados en el reparto, porque todos los matadores no tienen ni la misma capacidad; o la misma clarividencia; o el mejor momento de forma.

El toro que se prestó más fue el tercero, pero Talavante, tirando para para su propio beneficio ordenó que no lo picaran. El animal, cogido con alfileres, tuvo arrancadas nobles y el resto lo puso el de Badajoz, que sí está en un buen momento. Lo ve muy claro. Tiene ese don impagable de que es capaz de conectar fácilmente con los tendidos. Para ello tiene temple, juega con soltura los brazos de sus engaños y torea mucho con los vuelos. En el aspecto técnico es muy bueno, porque ese toreo de vuelos y temple se basa en toques muy sutiles para enganchar las embestidas por delante. Como, además, tiene un buen sentido estético en su toreo, el conjunto es que un toro noble le sirve para cortar una oreja. Además, su contundencia estoqueadora ha progresado de forma notable. Queda lejos el matador desacertado de sus inicios. La estocada a este tercero fue de las buenas de la Feria.

Pretendía rematar la tarde y le salió un toraco de casi seiscientos kilos para cerrar la corrida. Nació cansado el animal. En los corrales había un toro jabonero que las cuadrillas no quisieron para colar a este grandullón. Se evaporó cualquier opción de triunfo grande. Seguro que había soñado con abrir la del Príncipe.

El Cid se empeñó con voluntad en sus dos reses sin obtener el premio merecido. Su actitud y su talante fueron mejores que en la corrida anterior. El primero sangró en dos puyazos para hacerle una transfusión a toda una camada. Las tandas diestras fueron buenas, pero el Jandilla duró muy poco. El cuarto era un ‘dije’ por las hechuras. Era una monada de toro, pero también un inválido. Tal vez Manuel Jesús lo sometió mucho en las dos primeras tandas con la mano muy baja, pero lo cierto es que también fue un cerillo mojado. Su insistencia y ganas de triunfo le hicieron alargar un trasteo sin posibilidades. El Cid puede dar un toque de atención en la que aún le queda en la Feria.

Acabó su ciclo sevillano Sebastián Castella. Ha acabado y se marcha con su cartel torero muy bajo. Seis toros eran un reto. Apenas ha podido culminar una faena completa en su segunda tarde. En la de Jandilla es verdad que no ha tenido toros, pero sería de ciegos no admitir que el francés no anda fino, como lo demuestra el sitio donde cita, siempre fuera de cacho, y en la carencia total de templanza. Sus telas han sido enganchadas por todos los toros que ha lidiado. Le han enganchado el capote y la muleta. Castella está en la temporada decimotercera, es decir, es un veterano. Ya queda lejos aquel triunfo con uno de Zalduendo al que le cortó las dos orejas en 2006. Esta Feria le ha pesado como una placa de hormigón.

Lo mejor de la corrida fue la entrada, casi lleno; lo menos bueno, el viento, muy inoportuno. Y lo más malo, la falta de motor de unos toros que por la carrocería que exhibían deberían haber propiciado una gran tarde de toros de la que sólo Alejandro Talavante sacó rédito.

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