Final de la Feria con una corrida dura de Miura que lidiaron tres matadores entre los que Rafaelillo salió como victorioso por su mayor experiencia con estos toros. Moreno, discreto con el toro más potable, mientras que Téllez escuchó tres avisos en el sexto.

Plaza de toros de la Maestranza. Domingo, 8 de mayo de 2011. Última de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Miura, incluido el gigantesco sobrero (3º bis), enormes, en el tipo de la casa de largura, alzada y esqueleto; mansos con distintos grados de peligro y algunos como el 3º bis o el 6º con escaso poder; el 5º intratable.

José Luis Moreno, de grana y oro. Estocada contraria a toro arrancado y nueve descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).

Rafaelillo, de tabaco y oro. Pinchazo y estocada. Aviso (peiticion y vuelta al ruedo). En el quinto, estocada atravesada y ocho descabellos. Aviso (silencio).

Israel Téllez, de grana y oro. Dos pinchazos, media estocada y tres descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, un pinchazo, bajonazo en los costillares y tres descabellos. Tres avisos (silencio).

Carlos Crivell.- Sevilla

De nuevo se vivió en la Maestranza, o plaza de toros de Sevilla, la épica del toreo. La fiesta de otros tiempos, la de los toros de cuello largo y resistencia infinita, la de los astados de Zahariche que tienen faenas de pases contados y a matarlos. El toreo moderno tiene como fundamento faenas de muchos pases. Todo cabe en la fiesta. Deben existir el toro ‘Arrojado’, con más de setenta pases buenos, y también el toro ‘Higuerito’, el sexto de la corrida de Miura, que tenía quince pases y a matarlo. El mexicano Israel Téllez alargó la faena, el toro le dijo que ni uno más, insistió el de Guanajuato, y el de Miura se dedicó a correr junto a las tablas. Siete vueltas completas dio al redondel sin que Téllez pudiera perfilarse para matarlo. Tres avisos y toro al corral. Todo muy clásico en estas corridas de Miura. Ese toro de Miura tenía faena, pocos pases y una estocada. Era semejante a los que se han lidiado toda la vida en esta plaza. Ahora hay que dar muchos pases, Téllez es moderno y lo pagó con la deshonra de un toro a los corrales.

Entre los de Miura salió un toro bueno. Fue el cuarto, que embistió con nobleza a la muleta de José Luis Moreno. Vaya por delante el respeto que se le debe a un matador que hace el paseíllo con los de Zahariche, algo que siempre hicieron las figuras de todos los tiempos. Algunos han presumido porque se retiraron sin haberse puesto nunca delante un toro herrado con la A con asas. Moreno es un buen torero, pero me parece que no es la de Miura la corrida apropiada para su estilo. El que abrió plaza lo quiso coger siempre. El cuarto se dejó. Resplandeció su buen aire con el capote en lances a la verónica. La faena de muleta, brindada a Espartaco, tuvo pases buenos como los doblones del comienzo, algún derechazo notable, un natural hermoso, pero faltó conjunción.

El especialista de la tarde era Rafaelillo, curtido en todas las batallas del mundo taurino. Se la jugó con el segundo en una labor épica, robando pases con aguerrido valor, sorteando tarascadas, incluso saliendo prendido en la suerte suprema. El tendido vivió la guerra de Rafaelillo con la respiración entrecortada. La vuelta era la consecuencia lógica del esfuerzo realizado.

El quinto tomó tres varas, en banderillas lo aprendió todo, sobre todo le tomó la matrícula al banderillero José Mora y llegó al final cazando moscas. En los lances de salida casi desnuda por completo al murciano, que fue derribado de un topetazo seco del animal. No se entiende que brindara el toro a las cámaras de televisión. Lo macheteó y lo mató como pudo.

De Téllez no sabíamos casi nada. El mexicano quiso hacer su toreo alegre y movido, colocó banderillas con voluntad y relativo acierto, y realizó dos faenas de pases incompletos, en parte por las características del toro, en parte porque en ocasiones afloraron las dudas y se descomponía el pasodoble. El mejor ejemplo se pudo comprobar en el sexto.

El toro ‘Higuerito’, justo de fuerzas, embistió con cierto recorrido y un molesto cabeceo. Téllez le dio pases, demasiados pases, que tampoco asustaron al aficionado. El animal le avisó que se quería rajar. Más pases cerca de las tablas y la rajada definitiva.

El final de la Feria, con el toro dando vueltas pegado a las tablas y los toreros corriendo detrás, no era precisamente el mejor para un ciclo que ha dejado tantos momentos bellos para el recuerdo. Pero así es, y así ha sido siempre, la Fiesta de los toros. De la gloria de un toro indultado al drama de un toro al corral. Todo es Fiesta.

La terna se fue dolorida al hotel. José Luis Moreno tuvo un toro posible, algo que es un milagro en la de Miura. El dolor de Rafaelillo era físico. Seguro que para dormir necesitó relajantes y un poco de Ibuprofeno. La paliza fue soberana. Al menos, la vuelta le reconfortará.

El mexicano Téllez se llevó un dolor moral. No fue nada grato su debut en la Maestranza, porque no puede serlo que le echaran un toro vivo a los corrales.
A José Luis Moreno le dolerá no haber podido cuajar al cuarto, único toro posible de la corrida. Es el dolor que provoca siempre una corrida de Miura, los clásicos toros para la épica y no para la lírica. La épica de los toreros poderosos que siempre han lidiado estos toros. La Feria echó el cierre con un mal trago, porque un toro al corral es una faena de las malas.

Foto: Álvaro Pastor Torres