Carlos Crivell.- El Juli le echó a la corrida los arrestos de un torero con ganas de justificar una tarde de reventón. Sin claveles en la solapa, la tarde bañó al personal de agua inclemente y combinados en vaso de plástico. Se entiende a la empresa cuando anunció la corrida en un jueves de la preferia. El no hay billetes confirma que no andaba muy equivocada. Pero el cartel merecía el tronío de una tarde de farolillos, más manzanilla y menos ginebra, vestidos de flamenca en los tendidos, en fin, merecía una tarde de Feria de Abril.

La lluvia cogió desprevenidos a muchos que llegaron a la plaza a pecho descubierto. El variopinto color de los chubasqueros, con mucho amarillo desperdigado por el tendido, pintó la Maestranza de color. La historia nos recuerda que ha habido grandes corridas en tardes de lluvia. La terna era de lujo. En los corrales, ¿toros? de Garcigrande. No hubo toros, más bien salieron mulos con cuernos por la puerta de chiqueros. El año próximo las figuras exigirán de nuevo la de Garcigrande en Sevilla. Y volverá, a pesar de la hecatombe de sus toros. Con el juego de esta corrida, cualquier otra ganadería pasaría a la reserva unos cuantos de años. Pero a Garcigrande la piden las figuras y si suelta seis bueyes no pasa nada. Vuelve el año próximo.

De todos los mulos que saltaron al ruedo, El Juli salvó a los de su lote. No es que fueran buenos toros, es que El Juli le echó a la tarde pundonor y lo que hay que tener. De la tarde del madrileño se queda en el recuerdo su toreo de capa de cadencia, lentitud y buen gusto. Lo hizo en las verónicas, las chicuelinas y en las llamadas julianas, tan bellas, tan solemnes, recibidas con júbilo por la plaza.

Muy firme con el segundo, toro que remataba sus viajes con un cabezazo molesto, que le puso a prueba en dos coladas por el lado derecho, pero con el que su sabiduría y paciencia logró algunos momentos de dominio y poderío insospechados. El quinto fue un toro con mil caras. El Juli las entendió casi todas. Fue una faena elaborada, por ello fue larga, pero fue construyendo su obra a fuego lento, bajando la mano a los sótanos de la plaza, mandando la irregular condición del animal, dejando sobre la palestra que allí quién mandaba era el hombre de azul pavo. Todo comenzó con unos doblones por bajo, siguió en el centro con tandas variadas por ambos pitones y acabó con las luquesinas ligadas en una loseta. Al toro lo aplaudieron en el arrastre, sería por la oreja cortada, pero fue otro mulo que si lleva otro hierro es repudiado por el propio Juli por los siglos de los siglos. A pesar de matar como mata El Juli, aunque escuchó un aviso, la oreja fue merecida.

Y no hubo nada más. Morante ha dejado el oro en el hotel. En Resurrección salió de seda blanca. En esta, de azabache. El oro llegará. Ayer no era el día para torear. El que abrió plaza era una especie sosa sin alma. El cuarto era un armario con dos cuernos. A este toro le masacraron el lomo en dos puyazos tremendos y la gente protestó. A Barroso lo aplaudieron en el quinto por no picar. Estamos en un callejón sin salida. La suerte de varas no existe; o se masacra al toro o no se le pica. Morante miró al tendido lleno de paraguas y se debió preguntar qué hacía un torero como él en semejante trance. Escuchó una bronca en el cuarto. Bendito seas Morante, porque eres el único torero que aún despiertas la furia del tendido para pitarte con saña. Y no hay nada más torero que una bronca de verdad.

Talavante no estuvo en Sevilla. Vio por allí a sus mulos y pasó de ellos sin dejarnos el regalo de un detalle propio de su capacidad torera. Replicó por malas chicuelina en el segundo, se la puso sin ganas al tercero y tuvo el detalle de no aburrir en el sexto.

Volverán los bueyes de Garcigrande de nuevo a Sevilla, los mismos matadores que se han estrellado con ellos los reclamarán, la empresa hará caso a las figuras, pero la única verdad es que se merecen estar un montón de años fuera de estos carteles de la Feria más prestigiosa del mundo. Y a usted, Julián López, le ruego que me permita que le diga que  deje ya de anunciarse con los de Garcigrande. Tiene pundonor y capacidad para ponerse delante de otras ganaderías.

Plaza de toros de Sevilla, 27 de abril de 2017. 4ª de abono. Lluvia durante todo el festejo. No hay billetes. Tres toros de Garcigrande (1º, 3º y 5º) y tres de Domingo Hernández (2º, 4º y 6º). Grandes de caja pero sin excesivo trapío, descastados en general. El 5º pareció mejor en manos de su matador. En conjunto, una bueyada. Saludó en el tercero Juan José Trujillo.

Morante de la Puebla, de mandarina y azabache, estocada caída (silencio). En el cuarto, dos pinchazos, estocada perpendicular y tres descabellos. (pitos tras aviso).

El Juli, de azul pavo y oro, dos pinchazos y estocada trasera (silencio). En el quinto, estocada trasera y caída y descabello (una oreja tras aviso).

Alejandro Talavante, de pizarra y oro, pinchazo, estocada caída y dos descabellos (silencio). En el sexto, dos pinchazos, estocada tendida y caída y descabello (silencio).

 

A %d blogueros les gusta esto: