Los novilleros Diego Fernández, de Arganda del Rey, y Ángel Jiménez, de Écija, fueron los triunfadores de la segunda novillada de promoción de jóvenes valores celebrada en la Real Maestranza de Sevilla. Ambos cortaron una oreja en una noche en la que también sobresalió el juego de los novillos de Hdros. de Salvador Guardiola.

Seis erales de Hdros de Salvador Guardiola, de buena presentación y buen juego en conjunto, sobresaliendo primero, segundo y sexto. Encastado, el tercero y complicados el cuarto y el quinto.
Diego Fernández, de la Escuela de Arganda del Rey, oreja tras aviso.
Manuel Rodríguez, de Málaga, vuelta al ruedo tras aviso.
Miguel Cuartero, de la Escuela Taurina Fundación El Juli, silencio tras dos avisos.
Francisco Martín ‘Franero’, de Madrid, silencio.
Álvaro Gil, de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, silencio tras aviso.
Ángel Jiménez, de la Escuela Taurina de Écija, oreja con petición de la segunda.
Sevilla, 2ª novillada de promoción. Media entrada.

Carlos Crivell.- Sevilla

Buena noche de toros en la Maestranza, en esta ocasión propiciada por un buen lote de erales de Guardiola. Salvo cuarto y quinto, hubo animales para el triunfo. Entre todos, la maravilla de templanza del que abrió plaza.

Desde el llamado Diego Fernández que rompió plaza hasta el vibrante final de Jiménez, toreo de base en estado puro. Sólo dos defectos, faenas muy largas y ternos muy lujosos. De quien no es nadie se espera un traje usado y unas ganas locas de comerse el mundo. Ya lo habíamos señalado en la novillada anterior. Ahora los que quieren ser toreros se llaman simplemente por sus nombres. Es cierto que el apelativo no hace al diestro, pero el apodo de toda la vida es un signo de identidad torera. ¿Manuel García? Sí, Espartero. Hay una diferencia.

La noche comenzó con un novillo excelente por templanza y dulzura, buen material para que Diego Fernández, de Arganda, dibujara un toreo de mucha calidad. Lo esbozó en los lances y el quite, pero la firma definitiva con la muleta fue rotunda por el sentido plástico de su toreo, al tiempo que la seguridad en sus formas. El novillo, muy bueno, fue bien aprovechado.

Hubo que esperar al sexto para regocijarse con el toreo de base en su mayor expresión. Un niño de Écija salió a comerse el mundo. Con una figura aparentemente frágil, mucha gracia en sus maneras y una firmeza apabullante, Ángel Jiménez recordó al aficionado veterano a su mismo profesor en la Escuela: Pepe Luis Vargas. Atornilló las zapatillas y tiró de un eralito que era un volcán de casta. Las manos abajo le marcaron su destino y el de Guardiola acabó por someterse. Fue pura vibración de torero en agraz buscando sus primeras palmas. Écija estuvo a su lado y quería dos orejas, está bien con la conseguida. Las lágrimas de Jiménez fueron la ruptura de su ansia rota en la noche sevillana.

Entre Fernández y Jiménez, otros aspirantes. Manuel Rodríguez, de Málaga, demostró que sabe torear, aunque lo hizo algo distanciado y forzando la figura. El otro chaval de Arganda de la noche, Manuel Cuartero, se enfrentó a un animal con una punta de genio muy incómoda. No pasó de voluntarioso con la franela y se durmió con la espada.

El único con apodo, Francisco Martín “Franero”, de Madrid, se tropezó con uno de Guardiola poco agradable. Se juntaron el hambre y las ganas de comer. Casi lo mismo le pasó al sevillano Álvaro Gil, que aunque se estiró bien con el capote, no fue capaz de centrarse con el otro novillo problemático de la jornada. Los pies no se quedaron quietos y más hambre y ganas de alimentos.