Carlos Crivell.– Hay temor en el ambiente. Se nos ha presentado la Navidad de golpe, casi sin que haya dado tiempo a madurar su llegada, lo que supone que este año 2020 está próximo a su fin. Acaba el año, miramos atrás y no hay nada. Son 365 días sin que apenas haya bonitas historias dignas de ser contadas. La sensación es ambivalente. De un lado se apodera de nosotros el deseo de que el cambio de almanaque abra el horizonte a un tiempo nuevo totalmente distinto al que hemos vivido. Y ese deseo choca con una realidad incierta. Acaba el año, el número de contagiados sube, cada día se mueren más de trescientas personas, aparece una cepa nueva y la vacuna llega casi con cuentagotas.

En estas fechas de anhelos sinceros de paz, salud y felicidad, nuestro pensamiento se marcha al campo donde pasta el toro bravo. Los criadores y su gente salen todos los días para ver a las reses, los alumbramientos de nuevos animales, el remate de los toros que llevan el 7 en el costillar, sin olvidar a los muchos que andan por allí con el 6 y que no pudieron cumplir con el destino para el que nacieron como bravos. Ese drama de un campo lleno de incertidumbre, amenazado como nunca con la espada en el cuello ante lo que nadie ahora mismo es capaz de pronosticar, es la imagen que se mantiene inalterable en la mente de muchos aficionados. Estamos en las fiestas de la Navidad, pero en la dehesa apenas se nota. Los que cuidan del toro siguen en su trabajo con la tremenda fatiga del año pasado y la impotencia ante lo que pueda suceder en 2021.

Nos estamos cruzando mensajes de felicidad en estas fechas con la extraña sensación de no poder realizar ninguna previsión a medio plazo. Pero es necesario lanzar a los cuatro vientos que la gente del toro sigue en su puesto, que nadie baja la guardia, que a poco que nos dejen volveremos a disfrutar del grandioso arte del toreo. Pero hay sentimientos encontrados. Por aquí abajo se ha dicho que para entrar en grandes eventos (los toros son un evento grandísimo) será necesario tener un certificado de haber sido vacunado. Y cambias de mensajero y nadie te asegura cuándo estarán inmunizadas las personas normales, aquellas que no son ni muy jóvenes ni muy viejos y que no tienen enfermedades serias. Y el aficionado que clama por la vuelta a la rutina, que está feliz de comprobar que hay una decidida voluntad de los protagonistas para que 2021 sea diferente a 2020, se queda perplejo sin saber nada de los que nos espera en pocos meses.

Necesito lanzar un discurso de optimismo para lo que está por venir. Y puedo afirmar que la llamada para salir en esta carrera que comienza la ha emprendido la revista APLAUSOS, que ha vuelto a los quioscos como un grito lanzado a los cuatro vientos de que está ya todo preparado para que finalice este sufrimiento. En el centro de Sevilla, los vendedores de prensa lo han colocado en un sitio privilegiado para que todos se enteren de que estamos a punto de volver a empezar. No quiero dejarme llevar por esa extraña tristeza que transmiten muchos profesionales. Nos robaron el mes de abril y el año completo. Hago un firme propósito para que nada ni nadie vuelva a dejarnos en la intemperie. Y mientras, deseo a todos los aficionados, profesionales y compañeros un Feliz Año 2021.

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