Álvaro R. del Moral.- El tiempo no ha pasado por El Cordobés, que acabó con el cuadro y le pegó un severo repaso a sus jóvenes compañeros en el festival organizado por la Asociación de la Lucha contra el Cáncer de Córdoba. El ciclón de Palma del Río cuajó una deslumbrante y magistral actuación que justificó su condición de mandón del toreo. Los propios toreros le sacaron del coso cordobés en volandas y fue Finito el encargado de traspasar la Puerta de los Califas llevándolo a hombros. Seguramente firmó su última actuación pública y fue para la historia…

De ausencias y presencias… Fue la comidilla de la semana pasada y sólo sirvió para enturbiar aún más unas aguas que tardarán mucho en bajar claras, si es  que bajan algún día. La película es sabida: El Juli y Morante dejaron plantados a los médicos de la plaza en una fecha escogida para mayor comodidad del madrileño, que esa misma tarde tenía que recoger el diploma de triunfador de la Feria de Abril de 2013 que concede la Real Maestranza. Pero el día se torció desde la mañana. Julián se refugió en su reciente paternidad para no estar en Sevilla y Morante, simple y llanamente, pasó por completo del asunto. La bola echaba a rodar… la excusa de El Juli se habría dado por buena en cualquier otra circunstancia pero el aire viciado que estamos respirando habría necesitado de ese esfuerzo del torero, que sólo ha conseguido enrarecer más el ambiente. De la misma forma, su presencia en el acto del equipo quirúrgico de la plaza habría terminado de espantar los últimos fantasmas de la complicada recuperación de esa gravísima cornada sufrida en el albero sevillano que culminó con una tercera operación en la lejana Zaragoza.  Las razones de los toreros alzados y el famoso “respeto” quedaron aparcados. La última empatía que querían buscar en el aficionado hispalense se ha volatilizado sin remedio. El propio torero ha declarado que difícilmente volverá a torear en Sevilla. Así está el plan. Y que plan…

En Los Califas se ha tocado fondo. Algo se venía barruntando pero el pasado viernes de acabó  consumando el drama irremediable: a día de hoy, no tenemos claro si la plaza de toros de Córdoba cuenta con un empresario que organice los festejos de su feria de mayo. La empresa que regía el inmenso coso de Ciudad Jardín -que detentaba la gerencia desde el pasado año- fue desautorizada por la sociedad propietaria que preside Tomás González de Canales. El titular de la empresa, un tal Ricardo Ramírez del que se cuentan demasiadas cosas, ya no estaba pero tampoco se le esperaba. La secuencia de los hechos fue trepidante. Primero fue Finito el que convocaba a los medios en un moderno hotel cordobés para  explicar sus propias razones. Algunos días había trascendido que el veterano diestro -que anda en trance de reverdecer laureles- se iba a quedar por primera vez fuera de la Feria de la Salud desde 1989. También se hablaba de la ausencia de Morante y de unas combinaciones de toreros más cercanas al agosto madrileño que a la programación de una pequeña feria del segundo circuito por más que se quiera reivindicar esa primera categoría que sólo sirve para echar lastre. El asunto era de pasta. Dicen que Finito terminó de liquidar los honorarios del pasado año el mismo viernes a las tres de la tarde. La empresa, que ahora está en manos de un taurino de trastienda, aireó unas cifras astronómicas para justificar la ausencia del Fino. A esas alturas ya era lo de menos. La propiedad abortaba la presentación de los carteles de la feria y se abría la caja de los truenos mientras los cordobeses, como es habitual, sólo acertaban a encogerse de hombros. Se había tocado fondo y se había constatado que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

Cuestión de cantidades. El venezolano había llegado a Córdoba amparado por los hermanos Tejero. Sustituía a los Chopera, que pidieron árnica -sin obtenerla- para seguir al frente de una plaza que sólo puede soportar un escaso, escasísimo número de festejos después de una larga política de tierra quemada que arrancó a la vez que se marchaban los últimos empresarios solventes que tuvo el coso -hablamos de los Martín Gálvez- antes del efímero y frustrado desembarco de Óscar y Pablo Martínez Labiano. El único aval para considerar la extraña entrada de Ramírez era la presencia de Antonio y José María Tejero. Pero esa alianza ya estaba rota antes de que doblara el último toro de la feria del pasado año. A partir de ahí empezaron a surgir demasiadas dudas y el guiso podrido que denunciaba el antiguo socio de Ramírez empezó a apestar cuando se anunciaron los precios de esta temporada, que subían hasta un 200% el importe de algunas localidades. Se rompía así una esperanzadora política de rebajas que aplacó el escepticismo inicial de los más sensatos. Pero tenían razón. Aquel primer esfuerzo -remachado por el gran triunfo de Morante- se difuminó a la vez que los Tejero soltaban las últimas amarras con el titular de Ramguertauro, que así se llama el invento. Preguntar ahora es lo fácil pero no hay más remedio. ¿Qué pintaba este señor en Córdoba? ¿Quién fue su definitivo valedor para tomar las riendas de un coso en caida libre que ya ha tocado tierra? ¿Qué culpa tienen ciertos actores cercanos a la propiedad? Pero vamos a terminar quitando la hiel y probando la miel. Nos quitamos el sombrero ante el viejo Cordobés, que se echó a la espalda el renqueante festival del Cáncer. El Ciclón de Palma acabó con el cuadro con  casi ochenta palos y en la misma plaza que él mismo inauguró hace 50 temporadas. Benítez enseñó que es de otra galaxia y que además de ser el más grande es un maestro consumado; un verdadero Califa.

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